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En los Oscar se habla español

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Al final fue el año del pájaro. Y del chivo. El de “Birdman”, la cinta del soberbio director mexicano Alejandro González Iñárritu, y del chivo, el apodo cariñoso con el que se conoce al cinematógrafo Emmanuel Lubezki, también mexicano y también amigo de Alfonso Cuarón, ganador el año pasado como él. Dos Oscar consecutivos trabajando con dos compatriotas. Ahí es nada.

(Foto difusión)

Fue precisamente el chivo el que se acercó a recordarle a Iñárritu que saludara a su mujer María en su último discurso, ya con el Oscar a mejor película en la mano. Una especie de regaño en público, aunque con la salvedad de que le estaba contemplando millones de personas en todo el mundo. Curioso, como el hecho de que Sean Penn, el encargado de entregar el premio final, soltara una pregunta lapidaria justo antes de nombrar a la cinta ganadora: “¿Quién demonios le ha dado la Green card a este tipo?”, dijo a modo de chiste que inmediatamente se convirtió en motivo de protesta en las redes sociales. Lo tacharon de xenofóbico.

Pero no solo salió a colación el tema migratorio y el de las relaciones entre México y Estados Unidos. También hubo espacio para hablar de enfermedades como el ELA y el Alzheimer, y de referirse a la opresión que sufren los afroamericanos en la primera potencia mundial.

Ese capítulo corrió a cargo del cantante John Legend, que se se subió al escenario a recoger el Oscar por “Gloria” , recordando el hecho de que “EEUU es el país con más negros presos del mundo” y que algunos de esos números son peores que en la época del esclavismo.

También triunfó el discurso reivindicativo de Patricia Arquette, ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria por Boyhood. Logró la ovación emocionada y los gritos de apoyo de Meryl Streep y Jennifer López cuando su compañera pidió la igualdad de salarios “de una vez por todas en EEUU”.

Pero no todo fue drama. Hubo espacio para el humor. Neil Patrick Harris salió al escenario con fuerza mofándose del carácter  blanco de la nominaciones de la Academia, y en general estuvo simpático, agradable, confiado. El punto álgido de su actuación fue su idea de emular una de las escenas de  Birdman , quedándose en calzoncillos delante de todo el Dolby Theatre. Ni se inmutó mientras la grada lo celebraba con risas y alguna carcajada. Fue su contrapunto al   selfie  de Ellen DeGeneres que tanto le preocupaba antes de comenzar la gala.

Estuvo cumplidor pero no le ayudó lo largo y tedioso de la gala, con un exceso de número musicales. Claro que de ahí surgió una de las sorpresas interesantes de la noche, la transformación de  Lady Gaga en solista clásica como tributo a Julie Andrews con un popurrí de temas de Sonrisas y lágrimas , una transformación monumental para dar paso a la actriz de 79 años en el 50 aniversario del famoso musical.

Hubiera sido de agradecer menos horas y más ritmo, menos cursilería antes de sacar a pasear la bandera mexicana. En el país vecino deben andar celebrando.

Fuente: Elmundo