Hoy en día todos los países latinoamericanos sufren de pobreza endémica a causa de una situación denigrante de explotación social, debida más que todo a una presencia imperialista externa y a una clase dominante interna que histórica y procazmente han violado los legítimos derechos humanos de una gran mayoría de empobrecidos o marginados, víctimas de procedimientos especulativos alejados de toda eticidad. La desestructura cultural y material o quizás hasta la apatía emocional de cualquier pueblo expoliado ha permitido que una nimia casta político-empresarial, mediocre, egoísta y desprestigiada además, no entienda el concepto de poder bien utilizado y no comprenda realmente la idea de pobreza, es decir, un compromiso de solidaridad. Ergo, es necesario que los pobres tomen conciencia de su propio estado para buscar su liberación política y establezcan los parámetros de una humanidad digna y moralmente auténtica.
A veces las oportunidades políticas son esquivas, más aún si se enmarcan en un contexto de opresión mediática. Tanto Chile, como la mayoría de las naciones de nuestro miserable continente, tienen la oportunidad histórica de iniciar o reiniciar etapas que las lleve a la opción real de subvertir el actual orden de injusticia e inequidad. El pueblo chileno ya aprobó la Nueva Constitución el mismo día que comenzó el estallido social y este inevitable triunfo es algo que jamás imaginaron los adláteres de la dictadura deshumanizada, quienes durante muchísimos años gozaron de grandes privilegios, mientras el pueblo humillado y despojado, literalmente padeciente, se desenvolvía, se desenvuelve, en una pobreza casi infrahumana, obviamente ocultada por la campaña del terror que han impuesto los medios de comunicación de derecha, tautológicos en su desempeño comunicacional y también por una “clase política”, sin capacidad política, adolescente de cultura y trascendencia, que sostiene el sistema económico imperante y que está por la opción del rechazo. No entienden que con su actitud lo único que hacen es ofender la sabiduría popular. ¡¡Y osan hablar de democracia!!
Asimismo, Colombia tiene la oportunidad histórica de elegir por primera vez, próximo 19 de Junio, a un presidente de izquierda, Gustavo Petro, quien en su programa de gobierno ha diseñado nuevas políticas sociales y económicas que de hecho permitirían su triunfo electoral para llevar, por fin, al pueblo colombiano a una paz sostenida. En política, más aún en un país perturbado por la distopía derechista, sólo el diálogo popular y la unidad de las fuerzas de izquierda verdadera podrían permitir la asunción de Petro a la primera magistratura, pese a la medianía de la mediaticidad que impone el continuismo capitalista. Elegir a la opción populista sería caer en un marasmo político.
La oportunidad histórica la erige todo pueblo cuando comprende que su liberación sólo depende de su afán consciente para transformar el presente, cuando el pueblo es capaz de pensarse como sujeto trascendente y cuando el pueblo sabe que es capaz de contener de manera democrática al inhumano capitalismo.