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LA CAPITAL DE PERÚ SE QUEDA SIN GAS

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 El Gobierno peruano ha tenido que salir a pedir calma a la población ante una situación insólita: la escasez en Lima de gas licuado de petróleo (GLP), combustible muy extendido para el uso doméstico, industrial y automovilístico, y del cual, como se han empeñado en recordar en estos días los portavoces del Ejecutivo, el país produce cantidad más que suficiente para atender el mercado interno e incluso para exportar. Pero pese a esta supuesta abundancia, ayer era muy difícil encontrar el combustible en las estaciones de servicio y el precio de la bombona empleada en las cocinas de las viviendas seguía subiendo en diversos puntos de la ciudad. En algunos lugares, el incremento alcanzó el 10%.

La crisis ha puesto en evidencia las serias deficiencias en la infraestructura del país para el abastecimiento de un combustible esencial en una metrópoli de ocho millones de habitantes. El gas para atender el mercado efectivamente existe, pero se encuentra almacenado en un barco que no ha podido descargar en el puerto del Callao debido a un oleaje inusualmente fuerte que vuelve muy peligrosa la operación. Los dos terminales más grandes (uno propiedad de Repsol YPF y otro de la empresa Zeta Gas) no tienen rompeolas y tampoco existe una tubería que pueda transportar el GLP desde el puerto de Pisco, ubicado apenas a 300 kilómetros al sur de Lima. Buena parte del poco gas que llega a Lima durante estos días lo hace mediante camiones cisterna, pero con sobreprecio debido al coste del flete. Otra parte llega del único terminal operativo, de la estatal Petro-Perú, que sí cuenta con rompeolas y está trabajando a marchas forzadas para abastecer a los camiones que forman fila hace varios días, ya que su capacidad es escasa.

La bravura del mar también dejó en evidencia la deficiente capacidad de almacenamiento. El Gobierno promovió una disposición para que se puedan distribuir las reservas de gas, que supuestamente debían alcanzar para 15 días, pero la obligación solo toca a las empresas que producen o importan gas, y estas únicamente tienen en sus reservas capacidad para atender la demanda de Lima durante cuatro días, según confirmó el Ministerio de Energía y Minas. "Tenemos toda la cantidad [de gas]", insistió ayer el titular del sector, Pedro Sánchez. Pero esta afirmación difícilmente calmará la ansiedad de las amas de casa que se han quedado sin gas para cocinar, ni de los miles de taxistas -Lima es una ciudad que sufre sobrepoblación de taxis- que se han quedado sin combustible para salir a trabajar. Miles de restaurantes, industrias y hospitales también están siendo afectados.

Aumento de precio

La ansiedad, como de costumbre, se ha traducido en un aumento de precio y también de la demanda. "Pedimos tranquilidad y serenidad a las amas de casa, porque no faltará gas", declaró ayer el presidente del Consejo de Ministros, Javier Velásquez Quesquén, quien asegura que mediante medidas de urgencia se está cubriendo alrededor del 70% de la demanda diaria de la ciudad, aunque algunos medios, como el diario El Comercio, aseguran que el desabastecimiento afecta al menos al 40% del mercado. Para paliar la crisis se ha dispuesto dar prioridad al abastecimiento de gas para uso doméstico e industrial, por lo que la mayoría de estaciones de servicio han quedado vacías.

El Gobierno se ha defendido de las acusaciones de falta de previsión asegurando que se trata de un fenómeno inusual que se solucionará apenas el mar vuelva a calmarse, algo que se producirá mañana según los pronósticos meteorológicos. No obstante, algunos distribuidores sí se quejaron de que el Gobierno pudo haber hecho algo más. Según Carlos Puentes, presidente de la Asociación de Grifos y Estaciones de Servicio, aseguró que el organismo regulador del Gobierno conocía la escasez desde hace nueve días y no les advirtió. "Al regulador le compete fiscalizar los stocks mínimos que tenemos y saber si hay escasez para informarnos", comentó Puentes, en declaraciones al diario La República.

Con la crisis ya desatada, el Gobierno ha anunciado que subastará la construcción del conducto para traer el gas a Lima por vía terrestre, pero este no estará listo antes de dos años, según reconoció el ministro de Energía y Minas. Y mientras no lo esté, el suministro de gas ?y con él, la calma de millones de limeños? estará a merced de los designios del mar.

Cortesía: El País