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GADAFI RETOMA LOS BOMBARDEOS EN EL ESTE DE LIBIA

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El Ejército libio a las órdenes de Muamar el Gadafi ha retomado hoy a primera hora los bombardeos sobre la ciudad petrolífera de Ras Lanuf, en el este del país y bajo precario control de los rebeldes. Los cazabombarderos del dictador han bombardeado por tercer día consecutivo las inmediaciones del puerto, según informa un periodista de AFP. Sus terminales petroleras fueron ayer cerradas, al igual que las de la cercana Brega. El acoso del dictador ha hecho que muchas familias hayan abandonado en las últimas horas esta ciudad para buscar refugio en Bengasi, la capital de los rebeldes en el extremo occidental del país. El castigo aéreo se extendió ayer a Ajdabiya, más cerca de Bengasi, donde la aviación atacó varios puestos de control de los sublevados.

Para intentar romper el cerco de Gadafi, los rebeldes están reforzando el frente de Ras Lanuf con el envío en las últimas horas de más milicianos y sobre todo artillería pesada, según informa la cadena catarí Al Yazira. Mientras, las brigadas de Gadafi movilizan más efectivos para contener el avance revolucionario sobre Sirte, feudo natal del dirigente libio, de vital importancia por la acumulación de armamento y por constituir el bastión de las redes tribales gadafistas. Pese a los últimos contratiempos, el objetivo de la insurgencia sigue siendo alcanzar Sirte como paso para liberar Misrata, aislada al este por Trípoli y al este por Sirte.

 

Zauiya cambia de bando

Las malas noticias para los sublevados llegan hoy del frente oeste del conflicto, donde han sufrido un duro revés al perder el control de la ciudad de Zauiya, muy próxima a Trípoli. Siempre según Al Yazira, las tropas leales al líder libio se han hecho con el control del enclave tras mantenerlo sitiado durante cinco días, en un cerco que ha causado decenas de muertos. La ciudad, situada a 92 kilómetros al suroeste de la capital y que cuenta con una de las más importantes refinerías del país, fue sometida a un durísimo castigo con fuego de artillería y morteros, así como por las incursiones de los carros de combate que fueron rechazados durante al menos tres días. Las comunicaciones se perdieron el domingo por la noche, después de que fuese cortada la telefonía móvil e interrumpido el suministro eléctrico en una urbe ya sin aprovisionamiento de municiones, armas y alimentos.

Mientras se intensifican los ataques aéreos, los buques petroleros apenas pueden atracar para cargar sus depósitos; los alimentos llegan a Libia oriental por la frontera con Egipto, pero cierta escasez de productos es notoria porque el país ha paralizado casi toda actividad económica; los bancos apenas funcionan y las colas para extraer dinero son cotidianas. Aunque la zona dominada por los insurrectos y el Consejo Nacional cuenta con tres grandes puertos (Bengasi, Tobruk y Darna), los cargueros no arriban a sus muelles. Inquieta sobremanera a los dirigentes políticos de la insurgencia que el dictador ordene el bombardeo de instalaciones petroleras de un país que exportaba 1,7 millones de barriles de crudo al día y que vive sumido en el caos.

Los rebeldes se niegan a dialogar

Un portavoz del Consejo Nacional, una especie de Gobierno de transición y máximo órgano político de la Libia liberada, ha asegurado esta mañana que un enviado de Gadafi les ha ofrecido diálogo, que ha sido rechazado de plano por los sublevados. "Puedo confirmar que nos ha contactado un representante de Gadafi para buscar una salida negociada. La hemos rechazado. No negociamos con alguien que derrama la sangre libia y pretende seguir haciéndolo. Además, ¿por qué tenemos que creerle ahora?", ha asegurado Mustafa Gheriani, portavoz del Gobierno interino. Informaciones del canal catarí Al Yazira aseguran que el Consejo rebelde habría garantizado al dictador inmunidad judicial a cambio de que abandonara el poder de manera unilateral.

Yadallah Azous al Talhi -ex primer ministro en los años ochenta y una personalidad que goza de respeto en el Consejo Nacional- ya ofreció ayer abrir un diálogo nacional para poner fin a la guerra civil . ¿Se puede interpretar esta iniciativa como una señal de debilidad o desesperación? Con el dictador libio es de ilusos aventurar respuestas. Pero tenía que saber Gadafi que la respuesta iba a ser la que fue. Solo se negociará, afirmó el Consejo Nacional, sobre la base de que el tirano abandona el poder. De momento, se niega a arrojar la toalla. El déspota tunecino Zine el Abidine Ben Ali aguantó 29 días tras iniciarse las protestas. Mubarak soportó la presión 18 días desde la manifestación del 25 de enero. Gadafi ya resiste tres semanas. Aunque su aislamiento -incluso la Liga Árabe respaldó ayer la zona de exclusión aérea- es creciente en todos los planos.

Anoche, Al Yazira y dos periódicos árabes informaron de algunos de los acuerdos a los que Gadafi habría intentado llegar con los revolucionarios, algo que el Consejo Nacional rechazó de plano por considerar que sería una salida que ofendería a las víctimas de la represión desatada por el dirigente, según han señalado fuentes del bloque opositor. Según estos medios, en la negociación Gadafi pretendía negociar su salida a cambio de que se le garantizara la seguridad a él y a su familia así como también que no sería juzgado -una medida solicitada por el Consejo General de la ONU a la Corte Penal Internacional de La Haya-.

Incertidumbre en Bengasi

En Bengasi la situación es de incertidumbre. La euforia por una victoria temprana se ha evaporado. El Consejo Nacional que dirige la ciudad desde la estampida de los militares se encuentra en una encrucijada. No sabe si reforzar el frente rebelde con el envío de más hombres o atrincherarse en la ciudad ante los rumores crecientes de que Gadafi prepara un golpe.

En Misrata, situada a 200 kilómetros al este de Trípoli, el mando rebelde mantiene a duras penas su control, pero el castigo de las brigadas que dirige Jamis Gadafi, hijo del sátrapa, ha dejado mella. Un médico del hospital de esa ciudad ha asegurado a EL PAÍS que los combates han dejado 23 muertos. La población vive con angustia la ofensiva de Gadafi, que al igual que en Zauiya, ha empleado artillería, cohetes y fuego de mortero. Más al oeste, en la ciudad petrolífera de Ras Lanuf, los habitantes también tienen miedo porque consideran que el Ejército libio no ha dicho aún su última palabra.

Inmigrantes africanos citados por Reuters aseguran que son perseguidos por los uniformados de Gadafi para obligarlos a combatir. Son recompensados con cientos de dólares. Si este reclutamiento forzoso es cierto, puede deducirse que el dictador afronta un problema: su capacidad de fuego es infinitamente mayor, pero carece de los suficientes soldados y mercenarios para luchar en todos los frentes en un país tan enorme -1,8 millones de kilómetros cuadrados- como despoblado: poco más de seis millones de habitantes, de los que dos eran trabajadores extranjeros. La situación de los insurrectos es la opuesta: sobran hombres, pero su armamento es escuálido.

Gheriani trató de quitar hierro a la volátil coyuntura. "Hemos extraído lecciones de la revolución egipcia. También ellos lograron ciertas reivindicaciones, y después se tomaron un respiro. Gadafi desplaza sus tropas de una ciudad a otra. Tiene tanques y aviones, pero no suficientes soldados en tierra. Nuestra gente está preocupada porque los milicianos apenas tienen entrenamiento".
Cortesía: El País