Bin Laden estaba personalmente involucrado en una discusión con otros dirigentes de Al Qaeda para conseguir que la organización no se dispersase en acciones sencillas en lugares remotos, como Yemen, Somalia o Argelia, que no consiguen gran repercusión, sino que concentrase sus esfuerzos en llevar la guerra al mismo Estados Unidos, buscando también la colaboración de algunos grupos de este país, especialmente entre los hispanos y los afroamericanos, a los que supone discriminados.
Esa documentación, hasta ahora, no ha aportado pistas claras para perseguir a Al Qaeda o a sus dirigentes en distintas partes del mundo. Por el momento está resultando más útil para conocer el estilo de liderazgo de Bin Laden y su influencia dentro de la organización que creó con voluntad de promover una yihad internacional. Se ha podido comprobar, por ejemplo, que después de cinco años en Abbottabad la vida de Bin Laden se había hecho bastante rutinaria y aburrida. Uno de los analistas incluso describe al último Bin Laden como un personaje "vago y complaciente" a quien no se le apreciaban deseos de una implicación más directa y comprometida en la lucha que promovía.
Pasaba los días escribiendo y dando paseos por el porche de la casa. Los agentes de la CIA que le observaban desde una base próxima lo denominaban the pacer (el que camina, el que marca el paso). Aparentemente, solo mantenía contacto directo con los más altos dirigentes de Al Qaeda, entre ellos el número dos, Ayman al Zawahiri, y el número tres, Atiyah Abdelrahman, aunque no está claro si conocía el paradero exacto de ellos.
El material confiscado corrobora, a juicio de los analistas, la sospecha de los servicios de seguridad norteamericanos de que la organización más poderosa de la red terrorista es Al Qaeda en la península Arábiga, el grupo que tiene su base en Yemen y que en los últimos años ha cometido los atentados más importantes contra Estados Unidos. Ese grupo fue el que adiestró al nigeriano que intentó volar un avión de pasajeros norteamericano en la Navidad de 2009.
Pese a que esa rama de Al Qaeda parece ser la que mejor cumple con la voluntad de Bin Laden de llevar la guerra hasta Estados Unidos, no se han detectado aún pruebas de contactos directos entre el líder desaparecido y el supuesto dirigente de la sección en la península Arábiga, el clérigo norteamericano de nacimiento Anwar al Aulaqi, uno de los nombres que han sido mencionados como posible sustituto de Bin Laden. A medida que se avanza en el estudio de la documentación encontrada, se comprueba que Bin Laden no era únicamente una figura de referencia, un simple icono con el que expandir la yihad. Pero tampoco parece directamente envuelto en acciones concretas, fuera de esa sugerencia vaga sobre el sabotaje de trenes en Estados Unidos en el décimo aniversario del 11-S.
Su papel parecía ser el del diseñador de la gran estrategia, de los conceptos esenciales para la dirección de la acción terrorista. Eso explica su insistencia en que los soldados de la yihad no se desgasten en ataques en Pakistán y Afganistán, donde ya apenas consiguen atención pública, sino que trabajen en algo mayúsculo en una fecha tan señalada como la que sugiere en el atentado contra los trenes.
Parece obvio que Bin Laden estaba obsesionado con la posibilidad de repetir un golpe de las características del de 2001. En los vídeos hechos públicos hasta ahora, se le ve observando sus momentos de gloria como el actor acabado que contempla sus mejores películas. El aislamiento en el que aparentemente vivía en Pakistán contribuía probablemente a esa sensación de nostalgia por el pasado y de cierta desidia sobre el presente.
El relajamiento, por decirlo así, de Bin Laden seguramente también obedece en parte a su confianza de que vivía en un lugar seguro, quizá pensando que estaba bajo protección del Ejército paquistaní. Un dirigente terrorista que vive en la clandestinidad en una cueva difícilmente puede bajar la guardia o entregarse a la rutina. Que Bin Laden lo hiciera es indicativo de su fe en quienes le protegían.
Cortesía: El País