Decenas de miles de sudafricanos de todas las razas y muchos mandatarios, entre ellos los de EEUU y Cuba, que se dieron un apretón de manos histórico, despedían este martes a Nelson Mandela, el hombre que venció al apartheid con un mensaje de reconciliación.
Reuters
A su llegada al estadio de Soweto donde se rendía homenaje a Mandela, fallecido el jueves a los 95 años, el presidente estadounidense, Barack Obama, estrechó la mano de los demás invitados, entre ellos la el líder cubano, Raúl Castro, con el que también intercambió algunas palabras.
Fue el momento más destacado de una ceremonia muy deslucida por la lluvia y los abucheos constantes del público al presidente sudafricano, Jacob Zuma.
Unas 55.000 personas asistieron al acto, pero se mostraron más festivas y bulliciosas en los alrededores del estadio y en los pasillos, a resguardo del frío.
La sensación de estar ante un momento único, como fue seguramente el entierro de Mahatma Gandhi o el de Isaac Rabin, atrajo a gente de a pie, a miles de periodistas y a celebridades como Bill Gates, Charlize Theron, Oprah Winfrey, Bono y Naomi Campbell.
«Es único, una experiencia única en la vida», dijo Cyrill Cameroon, un comerciante de Johannesburgo, que acompañaba a su esposa Evelyn, de Costa de Marfil.
En su discurso, Obama calificó a Mandela de «gigante de la historia que dirigió una nación hacia la justicia», mientras Castro recordó la amistad del líder sudafricano con su hermano Fidel y los vínculos creados por el apoyo cubano a los movimientos rebeldes africanos.
«Jamás olvidaremos cuando (Mandela) nos visitó en 1991 y dijo que el pueblo cubano tiene un lugar especial en el corazón de los pueblos africanos», dijo Castro. Washington y La Habana carecen de relaciones diplomáticas desde 1961 y EEUU aplica un embargo comercial contra la isla desde 1962.
En el año 2000, los entonces presidentes Bill Clinton y Fidel Castro ya se estrecharon la mano en la Cumbre del Milenio de Nueva York.
También habló la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que aludió a la «sangre africana» que corre por las venas de los brasileños para recordar a Mandela.
«De la misma manera en que los sudafricanos lloran con sus cantos a Madiba, nosotros, la nación brasileña, que tenemos sangre africana en nuestras venas, celebramos y lloramos a este gran líder que forma parte del panteón de la humanidad», agregó.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, muy aplaudido, destacó la capacidad de Mandela de seguir acercando, de manera póstuma, a personalidades y países adversos entre sí.
Mandela «demostró la poderosa fuerza del perdón y su capacidad de unir a la gente» y hoy «lo ha hecho de nuevo», dijo Ban.
El largo camino a la libertad acaba en Qunu
El acto se llevó a cabo en el gran estadio de Soweto en el que Mandela hizo su última gran aparición pública, el 11 de julio de 2010, en la final del Mundial, y empezó con el himno nacional sudafricano, «Nkosi sikelel iAfrika» («Que Dios bendiga a África»), entonado con orgullo por los asistentes bajo una lluvia tenaz.
«Si el muerto fuera un niño, el ambiente sería sombrío. Pero con Mandela, celebramos una vida plena», explicó a la AFP Jenny Pomeroy, una sudafricana blanca de 25 años ataviada con prendas de colores.
También este martes se realizó un pequeño homenaje en la prisión de Robben Island, donde Mandela pasó 27 años encarcelado antes de salir en 1990, para ser elegido presidente en 1994 y guiar a Sudáfrica a una transición pacífica del régimen racista del apartheid a la democracia multirracial.
«Cuando salió libre, Mandela se llevó de la cárcel su experiencia de convivir con diferentes razas, culturas y tendencias políticas, para pedir la reconciliación», dijo en la ceremonia Lionel Davis, un exprisionero.
Además, en la celda de 2,5 por 2,1 metros en la que pasó 18 años de su vida, arde desde el lunes una vela que «simboliza el triunfo del espíritu humano», dijo a la AFP el director del museo, Sibongiseni Mkhize.
La celebración de este martes abre cinco días de homenajes antes de su entierro, el domingo en Qunu, un poblado donde Mandela pasó una infancia feliz y del que se fue cuando murió su padre.
«Qunu era todo lo que conocía, y lo amé de la manera incondicional en que un niño ama su primer hogar», explicó en sus memorias, tituladas El largo camino a la libertad.