El oficialista José Domingo Arias perdió en los comicios generales, en una derrota que golpea al presidente Martinelli, empeñado en que su partido siguiera gobernando.
Panamá votó por el cambio, derrotó al continuismo de una fuerza política comandada por el presidente Ricardo Martinelli y, tras una agitada contienda electoral que remató con los comicios generales de este domingo, optó por la alternancia en el poder y convirtió en presidente electo al opositor Juan Carlos Varela, postulado por una alianza de los partidos Popular y Panameñista.
Como parte de una tradición de la vida electoral panameña, el presidente del Tribunal Electoral de Panamá, magistrado Erasmo Pinilla, ha llamado por teléfono a Varela para informarle que, de acuerdo con los resultados de las votaciones y en una tendencia irreversible, “usted es el Presidente electo” de este país para el periodo 2014-2018.
“Muchas gracias magistrado presidente. Que dios bendiga a Panamá y sobre todo a este hermoso pueblo”, respondió Varela. “Hoy ganó Panamá y hoy ganó nuestra democracia”, añadió.
“Así es, señor Presidente”, le respondió Pinilla.
Varela derrotó al oficialista José Domingo Arias, del gobernante partido Cambio Democrático (CD)—que en 2009 ganó con Martinelli—, y al opositor Juan Carlos Navarro, del opositor Partido Revolucionario Democrático (PRD), y deberá asumir el próximo primero de julio para una gestión gubernamental de cinco años.
Con su ascenso a la Presidencia, Varela terminará con un gobierno que, como el de Martinelli, ha sido reiteradamente acusado de autoritario, al lograr progresivamente el dominio de los poderes Legislativo y Judicial, además del Ejecutivo y de otras estratégicas áreas estatales, como la Procuraduría y la Contraloría.
Varela, de 50 años, casado con la periodista Lorena Castillo, con quien procreó tres hijos, solo soportó 26 de los 60 meses para los que fue elegido en los comicios de mayo de 2009 como vicepresidente de Martinelli, en un cargo que asumió en julio de ese año. Varela fue ministro de Relaciones Exteriores del actual gobernante, pero los choques entre ambos—por líos partidistas y conflictos hacia las elecciones de 2014—despedazaron la alianza de CD con el Panameñista, por lo que se separó del gobierno en agosto de 2011, aunque legal y constitucionalmente siguió siendo vicepresidente porque surgió de una elección popular.
Educado en primaria y secundaria en un colegio jesuita de la capital panameña, Varela se graduó de ingeniero industrial en el Instituto Tecnológico de Georgia, Estados Unidos.
El Tribunal Electoral (TE) informó que luego de escrutados 1 millón, 149.066 votos válidos, equivalentes al 60,52% de las 6.330 mesas, Varela obtiene 450.348 sufragios, que corresponden al 39.19%, mientras que Arias recibe 368.219, para el 32.05%, y Navarro capta 315.556 sufragios, para el 27.46%. El escrutinio prosigue con rapidez y las cifras continúan cambiando, pero sin modificar la tendencia.
Con un padrón de 2 millones 457.401 personas autorizadas para sufragar, los votantes escogieron este domingo a los hombres y mujeres que ocuparán 724 cargos de elección popular: Presidente, vicepresidente, 71 diputados, 73 alcaldes, 571 representantes y 7 concejales.
En medio de denuncias de sospechas de compra de votos y de incidentes menores en los registros o en los documentos de algunos votantes, pero en una jornada pacífica caracterizada por la convivencia armónica de seguidores de los más distintos partidos políticos, Panamá realizó pacíficamente sus terceros comicios generales del siglo XXI.
Con siete candidatos presidenciales, solo Arias, Navarro y Varela tenían oportunidad de triunfo.
El presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, pidió en la mañana que los que resulten derrotados reconozcan la victoria del ganador “con hidalguía”. Aunque las regulaciones constitucionales le impiden involucrarse en la campaña electoral, Martinelli respaldó abiertamente a Arias, colocó a su esposa, Marta Linares, como aspirante a la Vicepresidencia y compañera de fórmula del candidato presidencial del CD, en busca de lo que sus detractores calificaron como una “reelección disfrazada”.
Cortesía: El País