¿Cómo recuerdo a Henry Rondinel Cornejo, hoy que todos van en romería a rendirle homenaje como amigo, hermano, padre, esposo, luchador social y en especial como tacneño?
Siento en primer lugar no sólo su voz que narra noticias de los abismos sociales que en el Perú ha construido la injusticia social, la voz de denuncia que destapa el lado oscuro de la corrupción, sino también la voz de la literatura periodística que transfigura el texto testimonial en palabra trascendente que vence los sordos poderes de la muerte para ir, de inmediato, al asombro de contemplar nuevos horizontes.
Narrador de noticias de impacto, analista que va más allá de los fuegos artificiales de las estrategias mediáticas, hasta el punto de arrebatar las caretas de la convivencia y la conveniencia, Henry Rondinel Cornejo tuvo el instinto de explorar en su tiempo, sin Internet, los mundos de la creatividad en el ensayo, la literatura y en especial de la música desde la sinfónica hasta la popular.
No era novedad que cuando llegábamos de visita o de misión periodística a Tacna, él ya sabía del debate político que envolvía al mundo o del último tema que había producido – por citar una anécdota de las muchas que guardamos-, el poeta Gonzalo Rose en voz de Tania Libertad iniciando la cruzada nacional de enriquecer la textura de las canciones populares que merecían ser pan cotidiano y no mercancía de política de stock.
Combativo desde la trinchera de los noticieros radiales, enfrentándose a los caciques de distinto pelaje, hemos sido testigos de las facturas que tuvo que pagar caramente, desde la traición de los que juraron fidelidad por militar en la misma línea, hasta el ataque de los aduladores del dictador de turno que lo confinó en prisión selvática por defender los derechos del sindicato unitario.
Gesto y palabra que es, finalmente, músculo y hueso, pedagogía pura, ejemplo vivo, faro de luz, estética y ética, insumo que debe ser alimento diario de las nuevas generaciones periodísticas, sobre todo de las que egresan de los claustros universitarios y que entienden que la profesión es magisterio sin paredes.
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Compañero generacional, con uniforme de comando en el colegio bolognesiano, Henry hizo el milagro para que muchos niños de nuestra época pudiéramos tocar las esquinas de la fantasía cuando dirigió "Aló mis amiguitos", un programa que debe ser repuesto con sus mismos objetivos, con su misma visión y horizonte, pero adecuado a este vertiginoso tiempo de twiter, facebook, correo electrónico y blog.
Amigo y paisano de siempre, hemos tenido la suerte de contemplar cúpulas celestes en bellos amaneceres, saborear marraquetas de hornos ancestrales, picantes mágicos, vino tinto de chacras heroicas.
Nos hemos indignado en la marcha de protesta y en la denuncia desde tu escaño parlamentario, defendiendo a los más débiles y en la hora de la solidaridad comprobamos tu mano cálida cuando fuimos golpeados, en pleno ejercicio profesional, por la mano negra de la satrapía.
Creo, por lo tanto, por todo lo que hoy mi corazón me dicta, que Henry Rondinel Cornejo no es una entelequia, sino un ser vivo, litúrgicamente hablando, cuerpo y alma, con quien se puede brindar un pisco por la Patria.
Lima, 29 de abril del 2009
Oscar Vargas Romero
Director Gerente de Agencias de Noticias Justiciaora EIRL
