El mandatario cubano afirmó – visiblemente enfadado – que el PCC en muchas ocasiones ha bloqueado decisiones políticas convirtiéndolas en papel mojado. También ahora. "Hay que despojar al Partido de las funciones que no le corresponden", dijo en el discurso, que fue muy duro contra el sector más ortodoxo del Partido, refractario a los cambios. Castro reconoció las resistencias internas y hablo de la tarea de domesticar la burocracia y a los dogmáticos en términos de una batalla: "Ya veremos cómo va a ser la pelea, cómo se van a librar los combates". Y añadió: "Pero esperamos ganarla".
Sobre nuevas medidas económicas, se refirió a tres que en estos momentos se preparan y están en fase de redacción legal: la esperada ley de compraventa de casas y automóviles; la ampliación de los límites de tierras ociosas que el Estado puede entregar a los campesinos privados; y la resolución que permitirá a los bancos conceder créditos a los trabajadores por cuenta propia.
También se refirió también al proceso de excarcelación de presos políticos – "contrarrevolucionarios", según la terminología oficial – ocurrido en los últimos meses. Dijo que había sido una decisión soberana y alabó a la Iglesia Católica, en especial al cardenal Jaime Ortega, agradeciendo también al ex ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, su contribución a la solución humanitaria. Raúl Castro aseguró que la colaboración emprendida con la Iglesia consolidaba también la unidad del pueblo cubano, frase que debe haber chirriado a los jacobinos que en ese momento le escuchaban.
Ultimo Congreso de los históricos
Las palabras de Raúl cobran especial relevancia por ser este el último Congreso de la dirigencia histórica. Fidel, de 84 años, lleva alejado del poder desde 2006 y su salud le impide seguir como Primer Secretario del PCC. Raúl, a punto de cumplir 80, ha reconocido en varias ocasiones que la situación de su país es crítica y que a su generación sólo le queda esta "oportunidad" para tratar de enmendar "errores" del pasado y "dejar el rumbo trazado".
Algo es seguro: los históricos seguirán hasta el último momento. Pero el relevo, en medio de difíciles equilibrios y cuando la necesidad de transformar sustancialmente el modelo choca con la inercia del inmovilismo y el exceso de prudencia, se impone. El mandatario admitió que el traspaso de poder era asunto delicado, dejando caer que en los próximos años habrá que preparar una nueva cantera de dirigentes debido a los errores cometidos por el PCC.
En juego está la supervivencia del sistema. Nada menos. Y ello pasa obligatoriamente por la apertura económica y la reforma del régimen, en línea con las experiencias del socialismo asiático. Menos Estado y más mercado e iniciativa privada, pero sin ceder poder político ni abandonar el imaginario de la revolución, y desde luego a ritmo cubano.
No es casualidad que el VI Congreso del PCC arrancara – con nueve años de retraso – después de una gran parada militar en la Plaza de la Revolución. Como testigos de la revista, las esculturas de José Martí, los comandantes Che Guevara y Camilo Cienfuegos y una gigantografía de Fidel Castro, ausente pero siempre omnipresente; y por supuesto, tanques, piezas de artillería y vuelos de aviones MIG, a la vieja usanza socialista.
La escenografía estuvo concienzudamente pensada. Un gran desfile para conmemorar el 50 aniversario de la victoria de Bahía de Cochinos y la proclamación del carácter socialista de la revolución, reafirmación del sello "antiimperialista" y antiyanqui – por cierto, en su discurso Raúl volvió a ofrecer a EEUU diálogo en igualdad de condiciones y dijo aceptar el "desafío de tener relaciones normales con Washington -. También, en primer plano estuvo el verde olivo y los galones, muestra del futuro y sus actores inmediatos en una isla donde los militares ocupan ya importantes carteras ministeriales y buena parte de los cargos en el Consejo de Estado y el Politburó, que ahora será renovado. En cualquier ecuación de futuro, el Ejército es clave y llave.
Cortesía: El País