Piñera pasó a la ofensiva mediática y propagandística.\»No hay nada gratuito\», \»alguien tiene que pagar\». Es el mantra obsesivo que repite el multimillonario Presidente. La lógica, y la Razón histórica y crítica le responden que la educación pública y de calidad la paguen los ricos. Los viejos ricos de siempre. Los que se adueñaron de las gallinas de los huevos de oro. La clase que se apropió de la riqueza social manu militari y con manejos fraudulentos desde el día siguiente del 11 de septiembre del 73. Fueron ellos quienes instalaron en toda impunidad un sistema que pervirtió lo que eran bienes públicos y colectivos en bienes privados y mercancías transables en el mercado.
Presidente de Chile – Sebastián Piñera : No hay nada gratuito, alguien tiene que pagar
Simplemente se trata de recuperar lo social expoliado, traficado, mal habido y privatizado.
Así fue como lo que era propiedad social de todos lo transformaron en propiedad privada monopólica en manos de algunos. A eso lo llamaron el «tratamiento shock» o el «milagro económico». Con ese capital expropiado por la fuerza a la sociedad entera se relanzó la acumulación salvaje del capitalismo chileno. De ahí vino el crecimiento a la neoliberal, concentrado en una ínfima fracción de la cima de la pirámide social.
Hoy, ese micromundo de la mega empresa, de la banca y del aparato financiero que cuenta con los favores del gran capital transnacional, del FMI y del BM comienza a desesperarse («con Lagos esto no pasaría» ni con otro de la Concerta tampoco, se murmura en ese estrecho círculo; Walker, el DC, anda haciendo méritos, se dice).
La oligarquía sabe que corren vientos nuevos ciudadanos y juveniles. Tiemblan.
Que los ciudadanos la tienen cada vez más clara. Que el mito del neoliberalismo se cayó a pedazos al quedar en evidencia con cifras y datos duros a la mano que nunca hubo chorreo; que el modelo económico sólo genera desigualdad, injusticias y muchas, pero muchas frustraciones.
Que si hubo crecimiento, éste es de un alto costo social debido a la explotación del trabajo asalariado, a la expansión de la demanda inflada mediante el crédito usurero, a la extorsión y apropiación mediante las AFP y las Isapres del plusvalor generado por el trabajo de las chilenas y chilenos y también a la depredación desenfrenada con pillaje de la bioesfera natural. Lo peor: toda esta obra destructiva se hizo de la mano con la mercantilización vergonzosa de la educación. Con el endeudamiento sin chistar de la clase media para poder mandar a sus cabros a estudiar. El colmo.
Migajas hay. Calles repletas con autos contaminantes. Edificios mal hechos. Transantiago ineficaz. Vertederos con emanaciones venenosas. Escuelitas irrespirables. Antenas radiomagnéticas nefastas. Mares que son un desastre. Eso. Desprecio por la calidad de vida y por los millones de pobres. El efecto de plétora de Ivan Illitch.
Esa minoría social políticamente dominante se empoderó y capitalizó ad infinitum con la ayuda de los conversos neoliberales de la Concertación y sus intelectuales orgánicos que le dejó incólume el aparato de adoctrinamiento mediático.
Esos pocos (los Trece los llama Tomás Mosciatti) y sus seguidores creyeron a pié juntillas que el credo neoliberal del llamado «esfuerzo individual», del «egoísmo acendrado de la naturaleza humana»; de eso que el filósofo Douglas McPherson denomina el ‘individualismo posesivo’, sería normalmente interiorizado.
Ellos pensaron equivocadamente que la tortilla ideológica nunca se les daría vuelta. Creyeron en su absoluta hegemonía cultural. Que nadie se daría cuenta que practican el precepto que «las leyes son hechas para violarlas». Y que la torta siempre sería de ellos. Que la ideología neoliberal fosilizaría las neuronas de los chilenos, hasta convertirlas en una matriz cognitiva degenerada que produciría un homo economicus chilensis conformista, como los burócratas del partido de Stalin creyeron en el homo sovieticus domesticado.
Son los de la tesis de que la Polar es una ventolera que va a pasar.
Se contentaron con recitar como Piñera unos párrafos de F. Von Hayek y punto. Nunca han leído ni a Sartre ni a Foucault ni menos a Deleuze. Pocos a Walzer o a Rawls. Tienen los medios, pero profesan una ignorancia supina. No saben que la subjetividad humana tiene por vocación (el Ser social) resistir al poder y a la injusticia; que ella se reconstituye como sujeto digno en la adversidad y se reúne con sus iguales para proyectarse en la Historia por hacer. Que las sociedades y sus constituciones se deconstruyen y se rehacen.
Eso sí, la oligarquía siempre ha sabido que la gratuidad es el Talón de Aquiles ético y político (en términos de relaciones de fuerza) del sistema de dominación. De ahí tanta propaganda por la defensa del lucro. Saben que cuentan con el apoyo de mucho tránsfuga que rompió con los valores de la izquierda. Pero hoy comprendieron que la causa justa está del lado del movimiento estudiantil y popular. Y por eso contemporizan.
Por lo mismo. La educación pública y gratuita para todos y todas deben pagarla la renta, las ganancias y los royalties del cobre, los impuestos a la banca y al 10% de altos ingresos de la población, junto con los propietarios de la energía y las multinacionales extranjeras. Y mientras la Concertación encerrada negocia un plebiscito acerca de la educación con la Alianza piñerista -que ni siquiera acepta ésta salida democrática- que nuestros economistas levanten la voz y con cifras en la mano les muestren dónde está la plata. Para eso están los fiscalistas demócratas, para mostrar cómo sacárselas por las buenas de los bolsillos. Para que la devuelvan. Los ciudadanos lo saben. Se puede y en democracia se hace.
Cortesía: El Clarín de Chile