Gonzalo Moya Cuadra
“Lo que el alma hace por su cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo” (Gabriela Mistral)
En teoría se puede considerar a Gabriela Mistral como bisexual. ¿Por qué? Simple. Tuvo dos amores: su amor juvenil, inmaduro, Romelio Ureta, su amor senecto, maduro, Doris Dana. Naturalmente, al final prevaleció el último, el amor lésbico, “hay que cuidar esto Doris, es una cosa delicada el amor”, algo tan inaceptable, impensable, en aquel tiempo amoral el amor entre dos mujeres, tiempo prejuicioso e incalificable, tiempo sin alma, tiempo difuso. La egregia poeta tuvo que luchar con valentía, día a día, para enfrentar a una sociedad consumida por la hipocresía, la intolerancia y la estulticia religiosa. A propósito de la conmemoración por los 80 años del Premio Nobel de Literatura otorgado a Mistral, primera latinoamericana en recibirlo, se está produciendo una lamentable controversia iniciada por la derecha tradicional chilena, retrógrada, falsaria, alejada de los mínimos criterios axiológicos, respecto al lesbianismo de Mistral. Sucede que quieren ocultarlo, minimizarlo. Tarea fácil, pues son dueños de la mayoría de los medios comunicacionales. No se puede separar tal opción o condición (da lo mismo) de su creatividad poética, pues no la opaca, creatividad presentida, dolorosa, como la herida sin sal, de su tremendo aporte al quehacer político, de su lucha consecuente por el derecho inalienable de las mujeres a ser completamente felices, de su encomiable trabajo como luchadora social por la dignidad femenina, innegable valor humano, de su gran vocación como educadora. Cómo no, crítica de su tiempo, siempre todo es cuestión de tiempo para perfeccionar el amor amoroso, el amor a la palabra, si ella era una creadora de palabras legendarias, de palabras heridas por el dolor, de palabras nacidas desde su alma de matriz cotidiana, pura, racional ¿ Por qué mantuvo en secreto su lesbianismo ? Respuesta: era un tiempo de odiosidades axiológicas. Quizás el elemento más importante de Mistral fue saber guardar con inteligencia su intimidad sexual, más todavía siendo ella una poeta pobre, una simple mujer rural, una poeta que inventaba canciones desoladas para sus hijos terrenales, una sencilla profesora normalista. Nunca su naturaleza lésbica podría haber manchado su creatividad. Nunca. Mistral, tiempo de mujer, sólo fue honesta consigo misma, “… hay besos que se dan con la mirada, hay besos que se dan con la memoria”. Hoy Mistral es un referente inevitable para la comunidad LGTBQ+ y las referencias a omitir su condición de lesbiana en esta conmemoración es llanamente una ofensa para tal comunidad, una ofensa para ella misma. Mistral poetizó desde la ilusión, desde la ternura, desde su drama vital, desde sus recónditas sábanas lesbianas, desde su amor por Doris absolutamente definido antes de fallecer, “yo te amo con todo mi corazón”. Nadie puede negar que Gabriela Mistral fue lesbiana, cruz silente del Elqui, valle inmóvil, letárgico, ingrávido, cuya condición quedó estampada en huellas azuladas de poesía, en verbos nacidos desde la ruralidad protectora, en su inteligencia invisible venida desde el misterio, silencioso, infinito, desde el amor encontrado en el cuerpo de Dana, “te espero sin plazo ni tiempo”, desde el amor encontrado en los plácidos senos de Dana…“Dame tiempo, dámelo, para hacerte un poco feliz”…
P.S.- Hoy 7 de Abril, Gabriela Mistral, hubiera cumplido ciento treinta y seis años… Y todavía vive en los brazos de su propia muerte, reseca, omnipresente…