Aún no se habían hecho públicos los primeros resultados oficiales de las elecciones del domingo, cuando los simpatizantes del presidente Daniel Ortega ya estaban en la calle en celebración.

Y cuando el presidente del Consejo Supremo Electoral, Roberto Rivas, compartió las primeras cifras oficiales, las razones se hicieron evidentes.
Con menos del 7% de las Juntas receptoras de Votos escrutadas, Ortega obtenía más del 66% de los sufragios, casi el doble de lo obtenido cuando resultó electo en 2006.
Los resultados de un «conteo paralelo», también compartido por las autoridades electorales, sugerían que la tendencia se iba a mantener.
De confirmarse esas cifras, el actual mandatario nicaragüense no sólo estaría obteniendo la victoria que muchos anticipaban, sino mucho más.
Después de todo, aunque Ortega llegó a los comicios del domingo como el claro favorito, las proyecciones más creíbles le auguraban «únicamente» el 48% de los votos.
Quizá por esta razón, el amplio margen de victoria anunciado por el CSE está siendo recibido con cierto escepticismo en algunos frentes.
Irregularidades

Por primera vez en dos décadas, el principal rival del ganador podría no reconocer los resultados.
Varios observadores electorales independientes –no acreditados por el CSE- denunciaron numerosas irregularidades durante la jornada.
El director ejecutivo del capítulo local de Transparencia Internacional, Roberto Courtney, le dijo a BBC Mundo que el proceso electoral no había sido «ni justo, ni honesto, ni creíble».
«Por el contrario, presenta indicios de fraude», afirmó.
Al momento de escribir estas líneas, algunas fuentes apuntan que el principal adversario de Ortega, el empresario radial de tendencia conservadora Fabio Gadea, estaría barajando la posibilidad de no reconocer los resultados del PLC.
Esto –que el candidato derrotado no reconozca su derrota- sería algo que no habría sucedido en Nicaragua en más de 20 años.
En este país centroamericano, las elecciones siempre presentaron algún que otro problema.
Sin embargo, luego de que el propio Daniel Ortega reconociera su derrota en las urnas en 1990 -para convertirse así en el primer líder latinoamericano que habiendo llegado al poder por las armas lo abandonó por decisión popular-, los nicaragüenses aprendieron a respetar la capacidad del sufragio democrático para reflejar la voluntad popular.
Pero, tras este domingo, la confianza en las autoridades electorales parecería estar en su nivel más bajo de los últimos 30 años.
Cuestionamientos
Aunque muchos de los simpatizantes de Gadea no estarían necesariamente dudando de la victoria del partido sandinista, algunos sí cuestionan el margen de la misma y de la amplia mayoría que el FSLN tendrá en el próximo parlamento.
Dicen que los resultados fueron manipulados para permitirle a Ortega gobernar sin ninguna oposición y poder reformar la Constitución a su antojo.
Los simpatizantes sandinistas, por su parte, afirman que al cuestionar el proceso, sus adversarios sólo demuestran que son malos perdedores.
«Aunque el crecimiento económico de Nicaragua (bajo la administración Ortega) no es estelar, es uno de los mejores de Centro América, con 4, 4,5%«
Arturo Cruz
En el mismo sentido, minutos después de haber depositado su voto, Ortega dijo que los comicios del domingo habían sido los primeros en los que los nicaragüenses habían podido votar sin miedo.
Y la mayoría de los «acompañantes electorales» que sí fueron acreditados por el CSE, certificaron la transparencia del proceso.
A los ojos de la mayoría de la comunidad internacional, sin embargo, los únicos de esos observadores que tienen la credibilidad suficiente como para eliminar cualquier posible duda son la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos, OEA.
Y estos todavía no emitieron su veredicto final.
Polarización

Las dudas sobre la legitimidad del próximo gobierno podrían quedar opacadas por los resultados económicos.
Lo que sí parece claro, más allá de lo que puedan decir UE y OEA, es que las elecciones del domingo dejarán a Nicaragua más polarizada y dividida de lo que parecen sugerir los resultados y el discurso oficial.
En este contexto, el potencial afianzamiento de la legitimidad de Ortega, podría depender más que nunca de la buena economía que le ayudó a conseguir la reelección.
Como le dijo a BBC Mundo Arturo Cruz, analista político del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas, INCAE, en una sociedad como la nicaragüense, los problemas de legitimidad y de legalidad «se ven compensados por la efectividad del gobierno».
«Y aunque el crecimiento económico de Nicaragua (bajo la administración Ortega) no es estelar, es uno de los mejores de Centro América, con 4, 4,5%», explicó.
Según Cruz, para mantener esos niveles de crecimiento, Nicaragua debería seguir manteniendo buenas relaciones con los organismos multilaterales de inversión, beneficiándose de la cooperación de la Venezuela de Hugo Chávez y de los buenos precios que en los últimos años han tenido sus principales productos de exportación.
Pero si una de estas condiciones falla, y la oposición quiere aprovechar esa o cualquier otra dificultad que Ortega pueda enfrentar en el futuro, primero tendrá que solucionar sus propias divisiones, problemas y contradicciones.
No obstante, hay quienes creen que las posibles denuncias de fraude –justificadas o no- se podrían convertir en el catalizador de una nueva oposición.
Cortesía: BBC.