Si te digo que muchas de las leyes que hoy nos rigen fueron creadas hace más de dos mil años, quizá te sorprendas. Puede sonar raro, incluso anticuado ¿Cómo puede algo tan antiguo seguir influyendo en nuestras vidas modernas? Pues sí: gran parte de las normas que organizan nuestro día a día tienen raíces en el Derecho Romano.
Aunque Roma cayó hace siglos, su forma de entender la justicia ha sobrevivido, ha viajado a través de la historia y todavía nos acompaña. Está en los contratos que firmamos, en las herencias que recibimos, en las reglas que protegen lo que es de cada uno y en los acuerdos que hacemos con los demás.
Pero vayamos por partes ¿Cómo empezó todo?
Hace más de dos mil años, Roma era una ciudad que crecía sin parar. Se convirtió en un vasto imperio que abarcaba territorios de Europa, Asia y África. Personas de culturas muy distintas convivían en este mundo romano. Era un enorme reto mantener el orden. Para lograrlo, los romanos crearon un sistema de leyes claro, práctico y orientado a solucionar los problemas cotidianos de la gente. Ese conjunto de normas y principios es lo que hoy conocemos como Derecho Romano. Los juristas de entonces —personas que se dedicaban a estudiar y proponer soluciones para los conflictos— lograron construir un sistema tan bien pensado que ha perdurado hasta nuestros días. No eran leyes rígidas, sino ideas adaptables, que buscaban el sentido común y la justicia.
Con el paso del tiempo, este legado legal se fue transmitiendo. En la Edad Media, cuando en Europa se fundaron las primeras universidades, profesores y estudiantes redescubrieron los antiguos textos romanos y los estudiaron con pasión. Así, el Derecho Romano se convirtió en la base sobre la que se construyeron las leyes de muchos países europeos y, más tarde, de América Latina.
Si hoy vives en España, México, Argentina, Colombia o en muchos otros países, tus leyes siguen teniendo esa huella romana. Incluso en naciones que no siguieron este camino tan directamente, como Estados Unidos o Inglaterra, algunos conceptos básicos también se inspiraron en ideas de la antigua Roma.
Ahora bien, quizá te preguntes ¿realmente eso afecta mi vida? La respuesta es sí, y más de lo que imaginas.
Cuando alquilas un piso, compras una casa, recibes una herencia, firmas un contrato de trabajo o simplemente haces un trato de palabra, estás participando en un sistema que bebe de las ideas romanas. Los romanos fueron los primeros en establecer principios básicos sobre la propiedad, los acuerdos entre personas y la resolución de conflictos. Estas ideas fueron tan bien pensadas que, con algunas adaptaciones, seguimos usándolas hoy.
Más allá de las normas concretas, los romanos nos enseñaron una manera de pensar el derecho. Nos mostraron que las leyes deben ser lógicas, claras y justas; que deben adaptarse a la vida real y a los cambios de la sociedad. Por eso su legado ha sido tan resistente: no porque adoremos lo antiguo, sino porque sigue sirviendo. Por supuesto, el mundo ha cambiado mucho desde entonces. Hoy tenemos problemas que los romanos nunca imaginaron: internet, derechos humanos, igualdad de género, protección del medio ambiente… Nuestras leyes han tenido que evolucionar para responder a estos desafíos. Pero lo han hecho sobre una base que sigue siendo sólida. En muchos casos, los principios romanos se han reinterpretado y actualizado para proteger mejor a las personas en el mundo moderno.
A veces se critica el hecho de seguir enseñando Derecho Romano en las facultades.
Se dice que es una materia obsoleta. Pero muchos profesores y abogados defienden —con razón— que aprender estas ideas no es solo una cuestión de tradición: es una forma de comprender cómo funcionan las leyes en su esencia. Es como conocer el esqueleto antes de estudiar el cuerpo entero. Y además, nos ayuda a razonar, a pensar de forma ordenada, a buscar la justicia con coherencia.
En un mundo cada vez más globalizado, donde las leyes de distintos países deben dialogar entre sí, contar con un lenguaje jurídico común basado en este antiguo legado es una ventaja. Nos da herramientas para entendernos mejor y resolver problemas que cruzan fronteras.
Pero hay algo aún más importante: el Derecho Romano nos recuerda que las leyes no son simples reglas frías. Son herramientas que deben servir para mejorar la convivencia y proteger los derechos de las personas. Ese espíritu práctico y humano del Derecho Romano sigue siendo válido. Nos enseña que el derecho no debe perder el contacto con la realidad y con las necesidades de la sociedad. Por todo esto, aunque vivamos en un mundo lleno de tecnología, con cambios constantes y desafíos nuevos, seguimos recurriendo a ideas que nacieron hace siglos en los foros de Roma. Porque, en el fondo, los grandes problemas y las grandes preguntas sobre cómo convivimos y cómo resolvemos nuestros conflictos siguen siendo muy parecidos.
Así que la próxima vez que firmes un contrato o pienses en tus derechos, recuerda: una parte de esa historia empezó hace más de dos mil años, bajo el sol de Roma. Y sigue viva hoy, ayudándonos a construir un mundo un poco más justo y ordenado. Quizá valga la pena preguntarnos, al mirar hacia adelante con lo aprendido del pasado: ¿Qué principios de hoy sobrevivirán dentro de mil años?
Este artículo ha sido elaborado por estudiantes de Derecho de la Universidad Privada de Tacna: Nelson Alanguia, Ibeth Calderón, Xiomara Contreras, Nayeli Córdova, Andrea Gutiérrez, Jessica Medina y José Andre Eddu Ticona Ccama.