Han pasado 18 días desde que Jeri asumió la presidencia, y diversas voces en Tacna han expresado su preocupación por el rumbo del país y por el propio perfil del mandatario. La psicóloga Svieta Fernández señaló que la reputación de Jeri es bastante cuestionable debido a la denuncia por violencia sexual que pesa en su contra, además de haber sido recomendado para recibir terapias relacionadas con la impulsividad. Indicó que, si bien su presencia en las calles y los operativos mediáticos proyectan una imagen de cercanía, “no se observa un cambio real en la seguridad; siguen los asesinatos, extorsiones y la sensación de inseguridad entre choferes y emprendedores”.
Por su parte, el docente de Ciencias Sociales Ernesto Mori consideró que la actual administración no difiere mucho del régimen de Dina Boluarte, calificándola como una continuidad política sin transformaciones profundas. Según explicó, las acciones mediáticas generan solo la sensación de que se está haciendo algo, pero sin resultados tangibles en la lucha contra la criminalidad o la corrupción. “Las posibilidades de revertir la crisis son mínimas”, afirmó.
Ambos especialistas coincidieron en que los medios nacionales estarían marcando una agenda electoral anticipada, intentando posicionar figuras como Carlos Álvarez como candidatos “antisistema”, pese a su cercanía con los mismos grupos de poder. Para los analistas, esta estrategia mediática busca distraer la atención del deterioro en la seguridad nacional y mantener el control político desde Lima, sin atender las demandas reales de las regiones.
Finalmente, se señaló que la clase política peruana arrastra cuestionamientos de larga data, y que el país vive “una dictadura congresal con una lavada de cara”, una continuación del gobierno anterior sin reformas sustanciales. En ese contexto, la población busca una salida política distinta, aunque existe el riesgo de que los mismos actores logren reelegirse por la necesidad de estabilidad. Según indicaron, Keiko Fujimori sigue siendo una de las responsables del caos político actual, al mantener el eje del fujimorismo como fuerza dominante, la cual habría disminuido desde el gobierno de Castillo, situación que, aseguran, ha matizado el escenario político y frenado los verdaderos cambios que el país necesita.










