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Congresista ayudó a escapar por Tacna a jóvenes chilenos perseguidos por la dictadura

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A 40 años del golpe de Estado, el portal web «El Morrocotudo» de Chile, recuerda como la casa del congresista Henry Rondinel fue refugio para quienes vivieron la persecución política durante el régimen militar.

Henry Rondinel Cornejo junto a su esposa, Ana María Dias Cuneo.

Una casi desconocida historia es la que tiene el periodista de la Radio Uno de Tacna, Fernando Rondinel Dias, hijo del ex congresista Henry Rondinel. Él y su familia prestaron por años refugio a decenas de chilenos que huían de la violencia política que se vivía en nuestro país, en plena dictadura militar.

Según relató el profesional a El Morrocotudo, todo esto comenzó cuando éste apenas tenía 15 años, allá por el año 1985, tiempo en que su padre fue elegido congresista. Desde entonces su casa se veía inundada de connacionales, quienes más tarde eran llevados a Lima para obtener asilo en alguna embajada.

«Mi padre Henry Rondinel Cornejo y mi madre Ana María Dias Cuneo de Rondinel, siempre estuvieron ligados a las izquierda peruana, desde sus épocas de juventud. Él (Henry), como periodista, tenía muchos contactos con líderes de la izquierda chilena, y así fue como se gestaron las primeras ayudas», explica.

¿Cómo se daba la asistencia?

Mi madre los recibía mediante algunos nexos que se hacían en Arica. Ellos llegaban de noche y se quedaban en la cochera. Durante un tiempo eran alimentados, a la espera de la llegada de mi padre quien los fines de semana visitaba la ciudad por su labor parlamentaria. Los días domingos o lunes partía con uno o dos a Lima, dependiendo de la edad. Esto porque viajaban haciéndose pasar por nosotros, sus dos hijos. Como mi padre era autoridad, no les pedían documentación, pero el único tema era el acento, así que se les pedía que no hablaran. Para ello, durante el tiempo que se quedaban en la casa, les enseñábamos algunas palabras, las más características de Perú, para cualquier emergencia. Ya en la capital (Lima) mi padre se contactaba con gente de izquierda quienes se encargaban de llevarlos a embajadas. Recuerdo que eran las de Francia, Suecia y Suiza.

¿No temieron represalias de la dictadura de Pinochet?

Lo que se temía era que fueran identificados los jóvenes y que ya no pudieran seguir siendo trasladados a Lima. Mi madre cada vez veía partir a uno de esos chilenos, lloraba, y esperaba que pronto pudieran estar juntos a sus familiares en Europa. Algo que siempre lamentamos fue no conservar sus nombres, pero por un tema seguridad nunca lo hicimos. Mi madre siempre quizo saber cómo estarían esos niños y jóvenes hoy en día.

Hoy por su trabajo, hay quienes lo tildan de antichileno, sin embargo fue parte del rescate de varios de ellos. ¿Qué responde a eso? ¿Usted volvería a dar refugio a chilenos?

No soy para nada antichileno. Así nos califican por algunos comentarios que hacemos actualmente sobre las relaciones peruano-chilenas al nivel político, pero eso no tiene nada que ver con temas de derechos humanos, de gente que había sido separada por la dictadura. De padres y madres muertos. Estoy seguro que lo volveríamos a hacer.

A 40 años del golpe, y bajo su mirada, ¿qué reflexión hace respecto a la dictadura de Chile?

Fue algo nefasto, no sólo para Chile, sino que para toda Latinoamerica. La presencia de esas dictaduras que instalaron la Caravana de la Muerte, que persiguieron y eliminaron a opositores, no debe repetirse jamás. Te cuento que una de las experiencias más hermosas que vivimos con mi familia fue ver todas las noches en Tacna la campaña del Sí y el No, y por sobre todo, el triunfo del No. Mi padre fue a Santiago como veedor internacional del proceso, en compañía de mi madre. Fue emocionante.