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¿Aprobar o rechazar? Plebiscito de Salida: Chile

Por: Gonzalo Moya Cuadra

“… porque la libertad abstracta debe dar paso a la libertad concreta” ( S. Allende )

La lógica política indica que el triunfo del Apruebo debería ser irredargüible. Chile, el pueblo chileno, necesita una transformación política que interprete (solucione) cabal e idealmente sus derechos sociales más inmediatos, prerrogativas que durante más de dos siglos han sido mancillados por castas políticas usufructuarias y conservadoras, obstructoras de una inevitable política medioambiental, de un necesario desarrollo moral y de una nueva dinámica política, columnas fundamentales de una moderna ecodemocracia. Sin embargo, el pueblo chileno, verdadero artífice de la futura carta magna (no la inútil “clase” política) deberá estar atento a los arteros ataques antidemocráticos de toda la derecha, (también de una parte de la izquierda que se adscribió al sistema capitalista), que no escatimará esfuerzo para desarticular este plebiscito con su poderosa y mendaz fuerza mediática.

Sería una catástrofe democrática el triunfo del rechazo, acaso una aberración moral, quizás no entender un devenir histórico esperanzador o no comprender la significación y solidez política de este proceso constituyente, además de no discernir que la nueva constitución comenzó a escribirse ese día once de Septiembre, fatídico, triste, llorante, que la historia aún no logra redimir, ese año 1.973 estremecido por los sonidos sobrecogidos de los ávidos sepulcros que esperaban incansables a sus moradores. Significaría simplemente que Chile seguiría sepultado en el marasmo político de la neoliberalidad (prolongada por el actual gobierno), significaría la inercia fraternal y la consolidación de la estulticia del gran capital, significaría desconocer la historia y la cultura ancestral de los pueblos originarios, la legitimidad de su causa, significaría no saber que la derecha jamás reconocerá los derechos sociales de los sencillos, significaría no comprender que la opción rechazo es la continuidad de la “constitución” pinochetista, significaría desconocer, ofender y traicionar el loable trabajo realizado por los constituyentes elegidos por el pueblo. Al contrario, el triunfo de la opción Apruebo definiría el fin de una época umbrosa, el comienzo de un tiempo en el cual las víctimas de los atropellos a los derechos humanos serían finalmente reivindicadas, significaría reiniciar un proceso social transformador (refundacional), significaría que es la única opción moralmente valedera, la única decisión que reconocerá efectivamente la exegética de la idea correcta de libertad. Aprobar sin adjetivos calificativos esta propuesta democrática y popular acreditará el accionar histórico e institucional de un pueblo, aún humillado, todavía sollozante por los lamentos de los pobres y de los muertos (de todos los poetas muertos).

La nueva constitución no es totalitaria ni hegemónica ni panfletaria, a pesar de la instalación del discurso catilinario, absolutamente agresivo, de la opción rechazo. Aprobar sólo representa el sentir histórico del pueblo chileno, es decir, algo que un poder plutócrata, ignaro de su propia condición moral, jamás entenderá. Chile necesita aprobar la nueva constitución, totalmente vanguardista, para completar su plena

liberación social, autónoma de externas y obsoletas concepciones económicas y políticas.

“Quiero señalar ante la historia el hecho trascendental que ustedes han realizado, derrotando la soberbia del dinero, la presión, la amenaza, la información deformada, la campaña del terror, de la insidia y la maldad” (S. Allende. “Discurso de la Victoria”).