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Murió a los 95 años el papa emérito Benedicto XVI

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Benedicto XVI, el papa emérito, murió en la Ciudad del Vaticano a la edad de 95 años después de un período de mala salud.

Benedicto XVI, quien fue el primer pontífice en casi 600 años en renunciar a su cargo, en lugar de ocupar el cargo de por vida, falleció el sábado 31 de diciembre, según un comunicado de Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

La noticia de su muerte llegó días después de que el papa Francisco pidiera a los fieles que rezaran por Benedicto, diciendo que estaba “muy enfermo”.

“Quiero pedirles a todos una oración especial por el papa emérito Benedicto que sostiene a la Iglesia en su silencio. Él está muy enfermo. Pidamos al Señor que lo consuele y lo sostenga en este testimonio de amor por la Iglesia hasta el final”, dijo Francisco en su audiencia general el miércoles 28 de diciembre.

Desde la mañana del lunes 2 de enero, el cuerpo de Benedicto XVI estará en la Basílica de San Pedro para que los fieles católicos puedan tener «un último encuentro con el Papa Emérito, para saludarlo y para decirle adiós».

La muerte de Ratzinger pone fin a la insólita convivencia de dos papas, ambos con sotana blanca, entre el brillante teólogo ultraconservador y poco popular y el argentino Jorge Bergoglio, un jesuita que ha querido un papado dedicado a los pobres y los migrantes.

Ratzinger, primer papa alemán de la era moderna, sustituyó en 2005 al carismático Juan Pablo II, de quien había sido su mano derecha durante un cuarto de siglo como jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio de la Inquisición.

Su pontificado de ocho años estuvo marcado por los escándalos e intrigas en el seno de la Iglesia.

Tras renunciar, prometió mantener un retiro absoluto, sin hacer sombra a su sucesor, el papa Francisco.

Pero se vio involucrado -en algunos casos, involuntariamente, según observadores-, en las campañas de los sectores ultraconservadores que ven con malos ojos las aperturas del pontífice argentino en el campo social.

Y a principios del 2022, se vio afectado por acusaciones de haber encubierto cuatro casos de pederastia cuando era arzobispo de Múnich, entre 1977 y 1981.

Ante la presión de un informe alemán que lo acusaba de negligencia en el manejo de esos casos de pederastia, rompió su silencio para pedir «perdón» y expresar su «profunda» vergüenza.

«Pronto me enfrentaré al juez definitivo de mi vida. Aunque mirando hacia atrás en mi larga vida puedo tener muchos motivos de temor y miedo, tengo un estado de ánimo alegre porque confío firmemente en que el Señor no solo es el juez justo, sino también el amigo y hermano que ya ha sufrido mis carencias y es, por tanto, como juez, al mismo tiempo mi abogado», afirmó.