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UN ESTUDIO SOBRE TACNA Y LA REGION DEL SIGLO XIX

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UN ESTUDIO SOBRE TACNA Y LA REGION DEL SIGLO XIX

EFRAIN CHOQUE

 

Hasta hace poco para quienes pretendíamos estar informados sobre el pasado histórico de la región, y sobre esa base proyectar lineamientos sobre su futuro necesariamente tuvimos que abordar algunos ensayos respecto del siglo XIX.

Creo que los libros La burguesía comercial en Tacna y El impacto de la guerra con Chile en Tacna, son un todo orgánico direccionado en ese sentido. Las fuerzas sociales que impulsan el cambio social radical y los estudiosos de la región los tomaron y los toman como armas intelectuales. Asimismo, los trabajos de Oscar Panty, Abel Sotelo, Carlos Vela, Carlos Rojas y otros han contribuido en esa dirección.

En las líneas que siguen nos referiremos a nuestro estudio respecto del proceso bélico con Chile.

 

 

En el volumen I de este estudio, publicado en agosto de 1997, reconstruimos fundamentalmente los soportes económicos y sociales en los que descansaba la realidad local-regional de la inmediata preguerra (1870-1879). Ya que, desde nuestro punto de vista metodológico, no es posible entender el fenómeno de la guerra con Chile (1879-1884) como un hecho estático, rígido, formal, lineal, al viejo estilo los estudios tradicionales; sino como un proceso vivo, contradictorio, dialéctico, que genera a su vez múltiples procesos de crisis, de desestructuraciones en la realidad socio-económica y política y el resto de elementos coyunturales que venían desenvolviéndose desde años atrás.

Aparte del tratamiento estático y lineal de los acontecimientos, otro equívoco de la historiografía tradicional consiste en el relato descriptivo -renunciando al análisis e interpretación históricos- de temas referidos a grandes combates y batallas y a la participación de los grandes héroes, al punto extremo de mitificarlos o endiosarlos, olvidando o desdeñando la participación popular, y con mayor razón si su extracción es campesina, indígena, andina o verdaderamente peruana.

Llevada a su extremo, esta postura metodológica, ofreció una imagen estereotipada falsa, según la cual la guerra con Chile en Tacna y la región culminó con la debacle de la batalla de Tacna el 26 de mayo de 1880, y a partir de entonces se inició "el calvario", "los trágicos días de la negra ocupación", "la chilenización", "la desperuanización", etc., etc. Es decir este supuesto histórico asume dos notas: a) que la guerra es un hecho referido sólo a combates y batallas de los ejércitos regulares, como es el caso de la batalla de Tacna, y b)que la guerra es un hecho lineal: se inició con la declaratoria formal y culminó con la caída y ocupación de Tacna, lo que jalona como "a remolque" o por añadidura el "cautiverio".

Lo que queremos subrayar es que en esta visión que venimos cuestionando la guerra y la ocupación o "cautiverio "son dos hechos separados, uno a continuación del otro, y no dos fenómenos antagónicos de un mismo proceso que se desenvolvieron a lo largo de la guerra. Precisamente dicho antagonismo se expresó en el enfrentamiento de dos fuerzas contendoras y a través de los fenómenos de ocupación y resistencia. En el caso de la guerra con Chile en Tacna, el correlato antagónico que tuvo fue la ocupación político-militar hasta noviembre de 1883. La guerra de resistencia prueba de por sí que la guerra no terminó con la batalla de Tacna. El termino "cautiverio de Tacna" no refleja exactamente el complejo contenido antagónico del proceso histórico vivido en Tacna desde el 26 de mayo de 1880 hasta fines de 1883, cuanto menos.

 

Este estereotipo vigente, fue asumido por muchas generaciones en forma acrítica generando sentimientos de condena automática con el "chileno en general" y de frustración o inferioridad colectiva. Los términos "cautiverio", "calvario" de Tacna acuñados por la historiografia tradicional se explican en este contexto. Es posible que esta imagen histórica haya correspondido -o corresponda-a la fracción de la clase dominante que derrotistamente colaboró con el ejército chileno en plena guerra, cuando Cáceres, Albarracín, Pacheco de Céspedes apoyados por los sectores populares obtenían sus mejores victorias en la campaña de resistencia nacional.

Señalar que la batalla de Tacna puso fin a la guerra en Tacna, significa ocultar que a partir de entonces lo que cambio fue el teatro de operaciones y el tipo de enfrentamiento, y la participación popular, campesina, artesana hasta después de la firma del llamado tratado de Ancón.

Luego de la caída de Tacna, legiones de tacneños combatieron en Arica, luego en las batallas de San Juan y Miraflores (enero 1881) y posteriormente en la campaña de resistencia de la sierra central, como es el caso del coronel Gregorio Albarracín que combatió junto a los campesinos breñeros al mando de Andrés Avelino Cáceres. La guerra se había tornado de convencional -del enfrentamiento de los grandes ejércitos regulares- en guerra de guerrillas o de resistencia, con el objetivo para nuestras fuerzas de recuperar recursos logísticos, materiales, de tiempo y humanos, a fin de obtener una nueva correlación de fuerzas favorable a la firma de una paz más decorosa y digna. Esta nueva estrategia militar fue asumida en Tacna por Albarracín, Pacheco de Céspedes y por el pueblo trabajador del campo y la ciudad, quienes no sólo tuvieron que combatir al ejército enemigo, sino a un sector de hacendados colaboracionistas pro-chilenos de los valles de Sama y Locumba, liderados por el coronel Juan Guillermo Mercado "representante del gobierno regenerador de Miguel Iglesias".

Si bien las jornadas gloriosas del Campo de la Alianza y Arica fueron adversas para los intereses nacionales, la resistencia guerrillera fue coronada con el hálito de la victoria en las heroicas batallas de Pachía, Mirave, Palca y tantas otras acciones combativas, como las protagonizadas en la zona andina de Tacna, las que fueron sistemáticamente ignoradas por la historia oficial.

Si se quisiera intentar una apretada síntesis del impacto generado por la guerra con Chile en la realidad local-regional, se tendría que ya durante la inmediata preguerra las principales ramas productivas mostraban signos evidentes de un proceso de crisis que estaba asociado a la crisis de la economía peruana en su conjunto. En este proceso crítico, la vitivinicultura y el comercio tenían un ciclo más largo (1875-1880), mientras que la agricultura, engarzada a las anteriores actividades, cayó en una profunda depresión cuando se iniciaron los aprestos bélicos. Pero el golpe más rudo dado a la economía local se produjo tras la caída de Tacna el 26 de mayo de 1880. A partir de entonces se inició una fase caracterizada por la inestabilidad y crisis socioeconómica. Tal crisis abatió significativamente a la pequeña producción de los valles; profundizó la crisis de las haciendas bodegueras, que se había iniciado en 1875; alteró el comercio de importación y exportación que buscó otros mercados; y deprimió la actividad arriera y la economía de la ciudad.

Respecto al impacto provocado por la guerra en la estructura social, se tiene que sus efectos propiciaron comportamientos diferenciados en los grupos sociales. La fracción dominante, compuesta por los grandes comerciantes importadores-exportadores y los hacendados bodegueros, asumió una actitud inconsecuente, oportunista con relación a la guerra. En un primer momento, los representantes de la gran burguesía comercial y los grandes hacendados afirmaron en bulliciosas manifestaciones y declaraciones escritas defender hasta las últimas consecuencias la causa patria; sin embargo cuando la guerra llegó a Tacna y se requería de un mayor aporte económico o contribución extraordinaria o forzosa, esta fracción le dio las espaldas a los intereses nacionales, y entonces sacó a relucir sus sagrados intereses de fracción e inclusive muchos comerciantes clamaron protección en la condición neutral que el enemigo le reconocía a los súbditos y dueños de las casas comerciales inglesas, francesas o italianas. Estos comerciantes, tan afectados a los intereses chilenos, conformaron posteriormente las llamadas Juntas de "Vecinos notables" a solicitud del enemigo, para "colaborar" en la administración de la ciudad. Por su parte, un grupo de hacendados de los valles de Sama y Locumba, a mediados de 1882, secundaron un movimiento colaboracionista pro-chileno, denominado el partido de la paz, iniciado por Miguel Iglesias en la sierra central y norte del país, en momentos en que las fuerzas de resistencia combatían heroicamente contra el enemigo. Este movimiento pro-chileno recibía todo tipo de apoyo de las fuerzas chilenas asentadas en Tacna.

A diferencia de la actitud asumida por la fracción dominante, los sectores populares mantuvieron un comportamiento consecuente con la defensa de los intereses nacionales durante todo el proceso de guerra. Fueron los agricultores o pequeños productores campesinos, los artesanos, empleados y obreros, quienes constituyeron la fuerza social de la gloriosa resistencia anti-chilena.

 

Estos estudios recién se inician en Tacna, y la región y deben continuar junto a otros esfuerzos investigativos y sociales para transformar de veras nuestra sociedad en forma integral.