Por: Gonzalo Moya Cuadra
“y no hay espacio para tanta muerte/y no hay madera para tanta caja”. M. Hernández.
Chile vivió un tiempo ensombrecido por el dolor, tiempo con olor a muerte, tiempo borrascoso, tiempo herido por la intolerancia, tiempo de genocidio. Sabían lo que hacían, sabían que manejaban un poder omnipotente y arrogante, sabían que eran dueños de la vida más allá de la vida, sabían que sólo expelían temor, sabían que violaban derechos humanos esenciales e inalienables, lo sabían y lo saben hasta hoy en día, sabían que no había guerra interna, sabían que era una guerra inventada por un supuesto gendarme mundial. Eran los bárbaros esbirros de la dictadura, quienes todavía no entienden que un pensamiento legítimo jamás se reprime, ni se combate con represión y muerte. Sólo se afronta con otra idea en el marco de la tolerancia y el respeto. No tenían argumentos, menos excusas. Lo sabían.
Ingrid “la mujer de los perros”, Osvaldo el “Guatón”, Edwin el “Príncipe” ( éste último, partícipe activo en la muerte artera del cantautor y dramaturgo Víctor Jara) “son cinco minutos, la vida es eterna en cinco minutos, suena la sirena, de vuelta al trabajo, y tú caminando, lo iluminas todo, los cinco minutos, te hacen florecer” (“Te recuerdo Amanda”), son los apodos de algunos, sólo algunos, de estos seres humanos inhumanos incapaces de enfrentarse a su propia moralidad, quienes por una distorsionada convicción o por cobardía o por traición o por obediencia “debida” fueron capaces de torturar y exterminar, ad litteram, a otros seres humanos, más humanos que ellos, sólo por el hecho de estar adscritos a un conglomerado político de izquierda que construyó la fuerza necesaria para vivir un proyecto social consciente basado en la igualdad, la justicia y el sentido humanitario.
“Bestia” es un cortometraje chileno del realizador Hugo Covarrubias, basado en el libro “La mujer de los perros” de la periodista Nancy Guzmán, nominado al “Oscar” en la categoría del Mejor Corto Animado, páginas que nos recuerdan la aterradora historia de una de las torturadoras más violentas de la dictadura chilena, Ingrid, capacitada para entrenar perros que violaban a prisioneras políticas, cobardemente ultrajadas, despojadas de su dignidad, en un centro de tortura ubicado en una comuna residencial de aquel triste “Santiago ensangrentado” (Pablo Milanés), casa de la memoria dolorosa, entre otras locaciones. “La mujer de los perros”, realmente era una mujer muy agresiva, provocadora, atemorizadora, imponente, quien murió en la más absoluta impunidad, no reconociendo jamás su participación activa en estos luctuosos hechos (los culpables siempre niegan).
Colofón: Nadie debe ser perseguido por razones políticas, menos aún si éstas representan la esperanza popular que anhela libertad, paz, verdad, respeto,
trascendencia, unidad, solidaridad, transformación humana y la realización como sociedad organizada.
