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MENSAJE DEL OBISPO DE LA DIOCESIS DE TACNA Y MOQUEGUA

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 Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, Amigo de todos y Luz que ilumina nuestras vidas.

Escribo estas líneas con la confianza puesta en el Señor a quien acudimos en este momento tan particular como dramático, en que la convivencia serena y respetuosa de los pueblos se está viendo seriamente amenazada. Por tal motivo, pido al Señor de la Paz que escuche nuestra súplica confiada y haga realidad lo que le pedimos con fe.

Así mismo, me dirijo con mucho respeto a las autoridades que gobiernan los destinos de la patria, como también a nuestras autoridades locales; deseamos que nos gobiernen con espíritu de servicio y equidad, deseando que siempre se inspiren en la búsqueda del progreso de los pueblos y la defensa de sus legítimos derechos teniendo como presupuesto básico la defensa de la dignidad de toda persona humana que no conoce límites territoriales, credos, ni identidad política o partidista.  

 

Como Pastor de la Iglesia en Tacna y Moquegua, no puedo menos que dirigirme a todos los fieles como a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que estamos viviendo los acontecimientos socio políticos de los últimos momentos con cierta preocupación, ya que ponen en peligro la paz y la fraternidad de dos pueblos hermanos, como también sus legítimos derechos de desarrollo y progreso con justicia y bienestar social.

Creo firmemente que dichos acontecimientos nos invitan a reflexionar, como hijos de Dios que somos, acerca de las opciones que estamos tomando para resolver los problemas que nos aquejan. Preguntémonos si los medios que estamos utilizando como una herramienta para reinvindicar nuestros derechos son los más adecuados dentro de un orden en donde debe prevalecer el estado de derecho y no fomentar su quebranto.

Preguntémonos si es dentro de un verdadero espíritu solidario y sincero que nos lleva a plantear verdaderas soluciones comunes. Que duda cabe que a los hombres y mujeres les asiste el derecho de hacerse escuchar cuando se sienten que sus autoridades no les atienden en sus legítimos reclamos.

Aún más, cuando se tarda en dar solución a dichos pedidos justos, es cuando surgen los conflictos y las desavenencias entre población civil y autoridad; es aquí cuando se corre el riesgo de llamar la atención utilizando medios que ponen en serio peligro la estabilidad social, política y económica del país, por que se piensa que de ese modo serán atendidos como único recurso.

Me permito opinar que de esta forma se quiebra el principio basilar de una sociedad: la credibilidad en quienes rigen los destinos del país. La supuesta inoperancia de quienes tienen la potestad de dar soluciones a su tiempo, no puede llevarnos a actitudes y comportamientos que en vez de resolver los problemas los agudizan. Por ello, es necesario que las partes demuestren buena voluntad con verdad y valentía, sin utilizar recursos demagógicos y populistas. Una vez más hay que optar por el camino del diálogo con decisión con firmeza, evitando que la violencia, tomas de carreteras, marchas que dejan de ser pacíficas y propuestas de suspender las garantías constitucionales, se conviertan en los únicos medios para dar solución a los problemas. No olvidemos que la población espera de sus gobernantes decisión política, más allá de presiones de grupo.

Así mismo, se percibe que el "trigo está mezclado con la cizaña", metáfora con la que quiero señalar, que ante un reclamo justo por parte de la sociedad, éste viene manipulado por ideologías que esconden un interés de desestabilizar el sistema de gobierno con el algunos grupos no están de acuerdo; o por el contrario, es la autoridad que reprime los reclamos de los ciudadanos aduciendo que provienen de ideologías contrarias anti democráticas. Así estamos desde hace un tiempo; por ahora el "caballito de batalla" es la distribución del canon minero tanto para Moquegua como para Tacna; siendo testigos que hasta el momento no se puede llegar a un acuerdo. ¿Me pregunto: es culpa del pueblo que sus autoridades no se pongan de acuerdo?; ¿de quién depende que este problema llegue a su punto final con solución justa como acertada?, ¿todo depende de cuestiones técnicas o, por el contrario, que verdaderamente se pongan las condiciones  para llegar a un acuerdo?.

Por otra parte no sólo me quiero referir a lo que está sucediendo en Tacna y Moquegua, sino también en otras regiones del país, que como una sombra se va extendiendo y que expresa descontento y más descontento por parte de la población.

Creo que ha llegado el momento de reflexionar serenamente, aquí no existen vencedores y vencidos; acaso todos no somos peruanos?, no corre por nuestras venas  la sangre que nos identifica como hermanos de una misma tierra?, vamos a permitir que la mala administración o la inoperancia de quien tiene que enfrentar estos problemas nos lleven guerras entre hermanos?

¿Qué estamos dejando para la próxima generación: un país fragmentado, que desconfía de sus autoridades, que ve con recelo al otro por que vive en el norte o en el sur o en la selva del Perú?, ¿eso estamos dejando como herencia?; discursos que llevan a fomentar odios y rencillas. El Perú es de todos, las riquezas que encierra es de todos, exigimos una distribución equitativa; aquí no se trata de matar a los convidados a la mesa, sino de ampliar la mesa y poner más alimentos sobre ella. ¿No decimos que somos un país rico en recursos, no tenemos materia prima que sustente nuestro desarrollo; entonces, por que estamos peleando; por qué no terminamos una vez  con esta escalada de violencia?

No quisiera llegar a la triste conclusión de que falta intención política para resolver este impasse. Quisiéramos que esto termine y que se abra el espacio de la construcción y del desarrollo de un pueblo libre y soberano, pero sobre todo libre de prejuicios y de intereses mezquinos, una vez más podemos ser un pueblo unido.

Confío que el Señor nos ayudará a superar esta dura página de nuestra historia. Por eso les digo no desmayemos en el intento de buscar soluciones por la vía del diálogo y del respeto mutuo.

Les invito a seguir trabajando por la paz, que es el don más grande que Cristo nos ha dado como regalo de su sacrificio Redentor: "Mi paz les dejo mi paz les doy". Por otra parte, confiemos que nuestras autoridades y las personas que puedan tener una intervención efectiva en este problema como en otros encuentren la vía de solución, eficaz y prontamente.

He dispuesto que este domingo en todas las parroquias de nuestra diócesis celebre la Santa Eucaristía pidiendo por la "paz y por el desarrollo de los pueblos". Recemos hermanos y hermanas, tengamos la orientación religiosa que tengamos, es hora de elevar nuestra oración incesante al Dios de la vida que haga realidad lo que pedimos: Queremos la paz con justicia y desarrollo de todos los pueblos.

Que Santa María, nuestra Señora del Rosario, Santa Fortunata y San Pedro acoja nuestras plegarias e intercedan por nosotros.