En sucesivas apariciones televisivas hemos presenciado que el drama nacional radica en que el presidente Castillo, se revela como un hombre de palabra escaza y de ideas también. Su coherencia argumentativa es inexistente, no es riguroso en las definiciones, sus mensajes desarticulados desconciertan, sus juicios son inexactos, tiene un lenguaje monótono y repetitivo, su cadencia oral adormece y sus discursos son previsibles. ¡Como si sus conexiones neuronales estuvieran atrofiadas de tan poco dormir!
La comunidad internacional, advierte con juicio implacable, que la degradación de la política peruana está inseparablemente unida a la opaca figura de Castillo. El gobernante peruano carece de brillo personal, y no solamente por su aridez verbal, sino fundamentalmente, por el pobre desenvolvimiento gubernamental. Pero esto no es más que el cumplimiento de una regla conocida: ¡quien carece de ideas nada puede ejecutar!
La pintura [La Parábola de los Ciegos] que con detenimiento examinaremos, fue pintada en 1568 por Pieter Brueguel el Viejo y muestra a seis ciegos caminando uno delante de otro. El guía, que también padece de ceguera completa cae en un agujero y el siguiente se convierte en el nuevo guía. Luego, se le ve a éste tropezando, lo que conduce a pensar que el resto también caerá en el hoyo.
Esta es la imagen que refleja nuestra realidad política. No tenemos un verdadero conductor político; el presidente Castillo se distingue por su incompetencia y quienes ocupan temporalmente cargos ministeriales yerran permanentemente. Debemos recordar con insistencia que solo un gobernante inteligente y capacitado “podrá ver lo que precisamente otros no ven”; y así gobernar en la adversidad con acierto.
