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Dos Copas

Los que exigen decencia institucional, se retuercen de indignación por candidatos de dudosa respetabilidad, dicen ser amantes de la justicia y enemigos irreconciliables de la mentira. Los que se desgarran las vestimentas al decir que la sombra de la sospecha no puede cubrir enteramente la figura de un político y que la rectitud debe ser principio no negociable, son los que ahora, devorados por el olvido, votan por aquel que desborda escandalosamente los límites de la desvergüenza. ¡El pueblo tacneño se somete voluntariamente a su propio verdugo!

No es la indiferencia sobre los destinos de nuestra tierra lo que orienta la elección, sino la decisión firme e inquebrantable de los que apoyaron al vencedor. Como si sus anteriores administraciones hubieran brillado por excelentes e intachables. “A veces el acostumbramiento al conformismo anula la audacia de elegir algo nuevo”. Reitero: no es la indiferencia sino la decisión, donde descansa el fundamento de esta elección. De igual manera, debido al diseño electoral, es superior la cantidad de ciudadanos electores que no se sienten representados.

La Ley de Elecciones Regionales, determina que 30% de votos válidos son aptos para ganar en las urnas, cuando vemos que el porcentaje es realmente bajo e insuficiente ¿Puede existir legitimidad real si cerca del 70% queda excluido? ¿Este sistema electoral permite reflejar realmente las preferencias ciudadanas? ¿De qué manera se puede eliminar este conflicto, conocido como “paradoja de Arrow”?

Una solución: los dos primeros que obtuvieron mayor votación, deben ir a segunda vuelta. ¿Para qué? Para que el resto de los votantes, cuyos candidatos quedaron excluidos de la competencia, puedan examinar rigurosamente las dos propuestas y así votar y respaldar al candidato de su preferencia. Para que pueda haber representatividad real y legitimidad indiscutible, tiene que realizarse siempre una segunda vuelta electoral.

Al margen de esta observación sobre el tejido institucional electoral, ¡Ganimedes nos ha servido dos copas! Mientras que de una beben con mirada serena de la copa que desborda almíbar, otros con amargura beben de la copa llena de acíbar.

Por: Lic. Alejandro Martorell