El presidente Castillo adopta posturas obstinadas, muy probablemente por seguir la estrategia discursiva de “el hombre de afilada lengua”, “el incendiario incorregible”, “el divisionista por excelencia”, “el perturbador de la paz interna”: el jefe de gabinete Aníbal Torres, quién en cada declaración pública pareciera que recargara de sustancia ponzoñosa su rabiosa boca. Y es que ¡las alteraciones morbosas de sus facultades mentales, le impiden ver la perversidad y torpeza de sus actos! El primer ministro define de tal manera la imagen institucional del Poder Ejecutivo que el dogmatismo de los ministros y la intolerancia que demuestran no sorprende en absoluto. Mientras tanto, los estratos socioeconómicos que votaron por Pedro Castillo, proyectando que el maestro rural rectificaría el rumbo de la vida nacional trayendo innumerables beneficios para el pueblo, hoy padecen graves estrecheces económicas. Y la izquierda moderna, light y progresista, la que antes sentenciaba y denostaba imprudentemente, hoy prolonga indefinidamente su reacción, como si fueran víctimas de una ceguera repentina; y tardan en fijar nuevas posiciones y combatir de manera contundente las maniobras políticas del Gobierno. Aníbal y Pedro no tienen nada para exhibir, nada valioso para mostrar. Solo les queda ejecutar la estrategia política más vil: engendrar discordia entre el pueblo – fomentar divisiones irreconciliables entre los ciudadanos. Las palabras del notable V. A. Belaunde: “pareciera que vivimos en un campo de enconada lucha”, revitalizan con este Gobierno. Es notorio, que el ánimo divisionista del presidente ensombrece su entendimiento, pues olvida el deber de gobernar a todos los peruanos, sin excepción.
