En este potente y breve relato, Alejandro Martorell nos muestra cómo se tuerce la decisión de una pareja que planea abortar y así deshacerse del fruto de sus relaciones. El monólogo del protagonista [que desde el vientre se manifiesta] es fundamental.
Estoy convencido que fueron mis llantos los que perforaron la fibra más íntima y conmovieron al endurecido corazón de mis padres. He sido testigo del cambio: “hasta la decisión más firme y aparentemente inquebrantable cambia por obra del amor”. Hoy, la protección de mi madre es el sagrado manto que me cubre y es mi mayor tesoro; y la claridad de juicio y bondad de mi padre son mi mayor aspiración. Ya no son los perversos e inexpresables comentarios los que predominan en sus conversaciones. Ahora la luz ha disipado las tinieblas de sus inteligencias y penetrado en lugares recónditos. Creo haberlos contagiado de mi pureza, pues la semilla del amor ha germinado y permitido que sus intenciones cambien favorablemente. La enraizada discordia ha sido extirpada, ahora los veo cooperando entre sí. El temor ha marchitado, ahora reina una inextinguible esperanza. La inquietud en mis padres ha cesado, ahora la serenidad ocupa un lugar privilegiado en sus espíritus. Los malos consejos dictados por la tristeza, la inexperiencia y la desesperación han cedido su imperio, ahora de sus labios solo brotan sanas ideas. Confieso que antes, mis entrañas se desgarraban de dolor al saber que no merecía vivir. Hoy me siento afortunado, pues soy heredero de la mayor riqueza: la vida.
