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Los Medios de Comunicación han destruido el periodismo

Por: Juan Miranda Sánchez

Los medios de comunicación masiva en el Perú, como los políticos; también son una especie despreciada por la población. Y se lo han ganado a pulso.  Desde el apocalipsis mediático, en los años 90 del fujimorato, los medios de comunicación peruanos no han podido recuperarse, no han podido salir de aquel fango de obscena corrupción retratada en los videos de los dueños de cadenas de TV, diarios y radios frente a fajos de dólares con las que Vladimiro Montesinos les compraba el alma.

Alberto Fujimori y Montesinos, que había convertido a las Fuerzas Armadas y la Policía en su verdadero partido político; necesitaban quedarse más de 10 años en el poder. Necesitaban manejar e imponer una línea de opinión pública. Crearon entonces los diarios “chicha”, utilizaron a figuras del periodismo nacional que con los años han tratado de reciclarse; encontraron una mina de oro de la difamación en los programas de “espectáculos” (las divas rubias) , lo que devino en el espectáculo de la vulgaridad y hasta una extraña especialidad: el “periodismo de espectáculos” (o farándula). Poco a poco se fue generando esa obscena relación entre “figura mediática” (periodismo, farándula, deportes) y política. Y  como lo “mediático” se volvió altamente grosero, mientras más grosero, más posibilidades políticas. De aquellos fangos, estos willax.

Los Medios de Comunicación, en manos de sectores empresariales, naturalmente siempre han inclinado la balanza hacia la derecha política. Con la llegada del fujimorato la inclinación fue más intensa, no solo por los dólares en la mesa de Montesinos sino también porque se había configurado el mejor enemigo posible: la “violencia terrorista”. Ese enemigo eficaz, altamente útil; al que la derecha echa mano para manejar, mediante el miedo, la opinión de los peruanos.

Esa manipulación perversa tiene variantes: “terrucos”, “violentistas”, “comunistas”, “antimineros”, “resentidos”, a los que caracteriza su origen pobre y provinciano; y hasta una cepa clasemediera: “caviares”. Esa terminología se impone a través de la influencia y manipulación de la opinión pública. Y sirve para configurar al enemigo. Eso se dio a nivel de Armagedón para la derecha peruana en las últimas elecciones del año 2021. La elección de Pedro Castillo, un poblador ajeno a las élites y de origen humilde, que además se autocalificaba como “de izquierda”, significó para la derecha la apertura de las puertas del infierno.

Es por ello que desde la elección de Castillo, la derecha peruana y sus medios de comunicación se manifiestan de manera tan unitaria y radicalmente conservadores. No van a permitir que esto vuelva a pasar.

Que Pedro Castillo sea funcional a sus intereses, eso es otra cosa. Lo mejor que le pasó a la derecha peruana ha sido que Castillo, Vladimir Cerrón y su partido Perú Libre, no hayan sido jamás la posibilidad de cambio que la población viene demandando, sino simples aprendices de corruptos provincianos, al mejor estilo fujiaprista y de cuyas filas ha quedado Dina Boluarte. De aquellos fangos, estos autócratas.

Una de las mayores responsabilidades de los Medios de Comunicación peruanos es el haber destruido al periodismo como institución.  El periodismo cumple una función para su sociedad. El periodismo debe informar y debe mostrar la verdad. Todo ello ha sido destruido.

En el 2021 como en los años 90, el periodismo se ha convertido nuevamente en un objeto de manipulación, el periodismo de los grandes medios oculta información; no da un mismo trato a un mismo hecho dependiendo de quién sea el actor político (las marchas limeñas del “fraude” y las marchas contra Dina Boluarte), continúa imponiendo desde programas políticos a las mismas figuras de la derecha de los años 90 (fujimoristas, pepecistas, apristas)  aunque sus partidos originarios no tengan ni representación hoy día; y ha dejado de ser inquisitivo con el gobierno de Boluarte, tal como lo fue –porque así debe ser- con el gobierno de Castillo. El periodismo peruano de los medios masivos de comunicación está hoy completamente desacreditado, de espaldas a la población, es factor decisivo de la polarización de nuestra sociedad y ha envilecido la función de las personas que ejercen esta profesión, los periodistas.

No hablo de las figuras mediáticas de la pantalla, ni de los grandes nombres ligados a los sectores de élite; ellos siempre seguirán allí reciclándose. Me refiero a los periodistas que se cuestionan el día a día en las salas de redacción, a los reporteros de calle, a quienes salieron de las Facultades de Periodismo quizás pensando que lo suyo era un servicio a la información de su sociedad. Esos hombres y mujeres de prensa tienen que pensar también en su día a día y en sus familias; y cada día el balance entre ese servicio a su sociedad y lo que le ordenan sus jefes, es negativo para la verdad y la información.

Es verdad que lo que más se ve en la TV, se escucha en las radios o se lee en los diarios es a “periodistas” muy entusiastas en su rol de hacer lo que les mandan sus empleadores; pero estoy seguro que sí existen allí periodistas que no desean continuar con ese ejercicio del cinismo.

Si la sociedad realmente necesita que el ejercicio del Periodismo sea un servicio a su comunidad informando con la verdad, es la propia sociedad la llamada a proteger ese ejercicio. No es posible que los periodistas sigan siendo sometidos a las necesidades de los dueños de los medios de comunicación.  Se trata de un servicio público, y debe estar bajo el escrutinio de la sociedad antes que bajo los intereses de sus empleadores.

Por ejemplo, la empresa periodística más importante en el país debería ser la empresa pública. La mejor equipada, la de mayor alcance, la que cuente con los profesionales más prestigiosos y definitivamente donde el trabajo sea el mejor remunerado del sector. Y obviamente, ese medio de información público es el llamado a ser el más incisivo con el gobierno de turno, ya que se trata de un órgano informativo de fiscalización del bien público. Esto debería quedar muy claro en blanco y negro.

¿Estamos hablando de que no existan medios de comunicación privados?, de ninguna manera!; no contar con presencia privada en los Medios de Comunicación seria el suicidio de una verdadera Democracia. La comunicación incluye a la información y la difusión, de cultura y de educación; en ese sentido la comunicación es un bien público y toda empresa de comunicaciones debería tener un carácter mixto con fuerte presencia de participación pública. No hay otra manera de poder impedir el manejo irresponsable que se ha hecho de la opinión publica en favor de determinados intereses económicos. Y algo no solo irresponsable, sino más bien perverso, es invocar el principio de la “libertad de prensa o libertad de expresión” para seguir manipulando políticamente la información a favor de intereses patrimoniales.

Otro aspecto importante es la necesidad de alcanzar ya la profesionalización de los periodistas en el Perú; de contar con comunicadores calificados. En su mayoría los periodistas somos comunicadores que hablamos de una diversidad de temas sin ser especialistas en algo específico. Creo que lo que necesitamos es justamente especialistas en temas precisos que aprendan las técnicas de comunicación para poder divulgarlos al gran público.

No tienen sentido las facultades de Periodismo en las universidades, estas deberían convertirse en institutos de Post grado. Periodismo y Comunicaciones debe ser una especialización a la que se acceda después de haber obtenido un grado académico universitario en cualquier especialidad o profesión. Historiadores, ingenieros, abogados, sociólogos, biólogos, filósofos, literatos, matemáticos, físicos, médicos, etc., sólo los profesionales ya graduados deberían acceder a la especialización como periodistas y comunicadores.

Durante años la manipulación de la opinión pública y de los periodistas convertidos en personal desechable cuando no responden a los intereses de la empresa, han terminado por destruir el periodismo en el Perú y dar forma al descredito que se plasma en la iracunda frase que los califica como “Prensa basura”. La sociedad debe recuperar esta institución para nuestra democracia y erradicar para siempre ese capítulo vergonzoso de nuestra historia reciente.