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141 AÑOS DE MEMORIA Y REFLEXIONES PARA QUE NO SE REPITA EL HOLOCAUSTO DEL 26 DE MAYO DE 1880

El 26 de mayo del año 1880, es una fecha que marcó para siempre la vida de los tacneños. A finales del siglo XIX Tacna era una ciudad que a pesar de la crisis civil en la que se debatía la Nación, supo mantenerse altiva y próspera, al extremo que algunos analistas la consideraban la segunda ciudad del país. El epílogo de la “Guerra del Guano y el Salitre” sin duda fue la Batalla del Alto de la Alianza o Batalla de Tacna, considerada como la más importante de la “Campaña de Tacna y Arica”.

En esta planificada y orquestada guerra, el gobierno chileno de entonces dejó traslucir su política expansionista como una estrategia obligada para poder subsistir en el futuro. Su territorio delgado y escaso de recursos naturales potenciales, no representaba ninguna garantía de sostén para una población creciente en número y demandante de mejoras en su calidad de vida. La coyuntura, que generaron las inversiones de capitales ingleses asentados en Chile en el marco de la explotación de las salitreras y guaneras, desde Antofagasta hasta Arica marcaron el inicio de la llamada “Guerra del Pacífico”. En ese fatídico “holocausto” se enfrentaron los ejércitos aliados de Perú y Bolivia comandados por el oficial boliviano Narciso Campero, contra las fuerzas chilenas dirigidas por Manuel Baquedano. La batalla duró un poco más de cinco horas y los muertos superaron los 4,000, sumados de ambas partes. Solo las arenas y los vientos de la meseta del Intiorko podrían contar la verdadera historia de lo que sucedió ahí desde las 7.30 horas hasta las 15.00 horas. A las seis de la tarde, consumado todo, el ejército chileno ingresó a Tacna. Y desde entonces, nació una nueva historia que culminaría el 28 de agosto de 1929.

Explicar los pormenores de la batalla, resultaría extenso y por momentos duro de sopesar la crueldad con que obró la soldadesca invasora ante el bravo y diezmado ejército aliado. Sin embargo, haremos un itinerario episódico de lo ocurrido a grandes y espaciados sorbos. En noviembre de 1879 el ejército chileno tomó Tarapacá y luego se dirigió a Moquegua con 4,000 soldados al mando de Erasmo Escalada (desembarcado en Ilo y Pacocha), con el propósito de aislar al ejército aliado. El primer enfrentamiento, se llevó a cabo en la zona llamada Los Ángeles el 22 de marzo de 1880. En Lima, el escenario político era nada alentador. El presidente Prado viajó al extranjero el 18 de diciembre de 1979 para comprar armas y buques, ausencia que es aprovechada por Nicolás de Piérola para darle un golpe de estado y proclamarse Dictador un 23 de diciembre de 1879. Mientras tanto, el ejército de Leiva acantonado en Arequipa nunca se decidió marchar a Tacna para sumarse a las fuerzas comandadas por Montero.  En Bolivia, los acontecimientos también sumaban a favor del caos político; ahí, se depuso al presidente Daza, y finalmente es elegido provisionalmente el General Campero, que luego es nombrado jefe supremo del ejército aliado en Tacna. Finalmente, tras superar algunas controversias se nombra al Lizardo Montero como director de guerra de los ejércitos aliados, tal como mandaba el Tratado de la Alianza (Perú –Bolivia).

Mientras todo esto sucedía, el avance del ejército chileno se realizaba desde Ite, pasando por el valle de Locumba y Sama. Después de unos conatos de tiros de cañón por ambas partes, el 25 de mayo a las 6.00 pm todo el ejército chileno ya estaba instalado en Quebrada Honda, muy cerca de la meseta del Intiorko, a la que luego marcharon, y en donde el “grueso” aliado ya se encontraba posesionado. La estrategia, de sorprender en la noche a los chilenos fracasó por factores de clima y entonces los estruendos de la artillería de ambos bandos empezaron sin cesar a las nueve de la mañana. Los aliados eran un promedio de 8, 930 hombres, con ocho piezas de artillería (según Basadre), frente a 22,000 soldados chilenos con armamento moderno y en mayor número. El ejército aliado desplegó sus fuerzas en una línea de defensa de 2,000 metros con 4 reductos. En tanto, Baquedano dividió sus hombres en cinco frentes. Y la batalla se dio en desiguales condiciones, de nada valieron las arriesgadas estrategias de Campero y los demás oficiales aliados, ante un enemigo que a cada momento redoblaba sus líneas de ataque con hombres frescos y armamento moderno. A las tres de la tarde la noticia de la derrota aliada llegó a Tacna, y entonces el temor cundió en todos y como nunca se vio en la ciudad una sinfonía de izamientos de banderas italianas, españolas, francesas, alemanas, suizas y hasta asiáticas. Muchos tacneños huían a Pachía, Palca y al altiplano. Los sobrevivientes de los “colorados de Bolivia” marcharon a su país y otros en la ciudad trataban de asilarse en los consulados y residencias de extranjeros.

En pampa, los muertos y heridos se contaban por miles y la sinfonía del “Repase” estremeció la sensatez humana y manchó de por vida el orgullo del invasor. Desde los altos del Intiorko, el invasor empezó a bombardear la ciudad, obligando al alcalde Guillermo Mac Lean a conferenciar con Baquedano para el cese del fuego en vista que en la ciudad solo quedaban niños, ancianos y mujeres. A pesar de ello, el ingreso de los chilenos a la ciudad fue a sangre y fuego; saquearon, incendiaron y asesinaron. El vandalismo sometió también a las residencias de los extranjeros quienes protestaron a través de sus respectivos gobiernos. En fin, para que seguir narrando si la causa se perdió y Tacna fue tomada con inusitada violencia. Lo que se vino después, fue una verdadera pesadilla, que solo este pueblo de temple rebelde, libertario y heroico pudo soportar un duro cautiverio por casi 50 años. Que la historia no se repita y que el sacrificio de esos miles de soldados patriotas y aliados, caídos en las candentes arenas del Alto de la Alianza, se convierta hoy en la razón permanente para hacer de nuestra patria una nación fuerte, soberana, justa y llena de esperanza.

Jesús Gordillo Begazo