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BELLA, HEROICA Y MILENARIA

Etimológicamente, parece ser que el nombre de Tarata se deriva de la lengua Puquina que significa bifurcadero, es decir, lugar de “bifurcación de un camino”. Efectivamente a la altura del poblado de Ticaco, distrito de la provincia de Tarata, se unen dos viejos caminos: uno viene desde el altiplano pasando por las cuencas de las lagunas y Loriscota y Vilacota y continúa por los valles de Susapaya, Sitajara y Challaguaya hasta llegar a Ticaco; y el otro, previo paso por la apacheta de Livini ubicada a más de 4,500 msnm, baja abruptamente por la quebrada de Caparaja. El camino se enrumba hacia el Suroeste, cruza el poblado, los frondosos sembríos de maíz y papas de Tarata y se vuelve a bifurcar rumbo al valle de Tacna y a la cuenca del río Sama. El paso, de estos caminos por sitios arqueológicos de la época Inca como: Kanamarca, Huancarane, Kallanca de Qhile, Capanique, Santa María y Sama la Antigua, nos permite sostener que la ruta aludida formó parte importante del sistema vial Inca rumbo a los llanos costeros del occidente.

            Además de los caminos Inca, Tarata guarda celosamente una antigua historia llena de sorpresas y satisfacciones, como la expresada en las pinturas rupestres de Caru de casi 7,000 años a.C, las aldeas de Paramarca, Pukara y los petroglifos de Anajiri, por citar algunos ejemplos. La belleza de sus paisajes naturales, coronados por la cordillera del Barroso y vigilados por el cerro tutelar “Mokara”, se hizo más extrema cuando la magia del hombre tarateño logró “domesticar la montaña” para dar vida a los maravillosos andenes o terrazas de cultivos, que hoy pacientemente aguardan ser recuperados para potenciar la producción agrícola en la zona. Hay cientos de hectáreas de andenes abandonados y miles en producción, que son el sustento económico de la zona. El maíz es el principal producto cultivado y se utiliza en las comidas, en la preparación de la chicha y en los rituales milenarios. Recientemente se está elaborando vino de tuna, cuya calidad nada tiene que envidiar al buen vino de uva producido en el valle de Tacna, y se ha introducido con fuerza el cultivo del arégano. Sus valles cálidos son ricos en frutales y sus montañas han sido bendecidas con potenciales minerales.

            Tarata es el distrito capital de la provincia que lleva el mismo nombre, está ubicado a 3,068 m.s.n.m. y a una distancia de 89.6 Km. de la ciudad de Tacna. Tiene una geografía marcada por planicies alto andinas, colinas, montañas y abruptas quebradas, con una flora y fauna muy propias de las regiones Queshua, Suni y Puna. El clima es templado en verano, frígido en invierno y limpio de los males endémicos que existen en la yunga. Su población supera los 4,800 habitantes de los cuales pocos son los que aún conservan el aymara como lengua materna.

Los tarateños cantan y danzan al compás de las quenas y las zampoñas en los carnavales de febrero, las cruces de mayo, los festejos del santo patrono “San Benedicto” en agosto y su reincorporación al seno patrio el 1ro de septiembre. Los demás distritos conmemoran y festejan con el mismo entusiasmo sus fiestas patronales, creaciones políticas y otras costumbres como la limpia de las acequias y las cosechas de papas; ahí, se recrean y alimentan viejas tradiciones expresadas en el vestido, la música, la danza, el baile, el idioma, la comida y la religiosidad.

Durante la Colonia, Tarata fue escenario de un linaje de sucesiones de curacas que rápidamente se adaptaron al nuevo sistema político, económico y social implantado por lo españoles. Merece mención especial el curaca don Roque Ticona Ninaja, quien tomó posesión del curacazgo el 3 de abril de 1704. Este gobernante andino se hizo rico gracias a que montó una gran empresa de comercialización de vino y pisco hacia el altiplano, especialmente a la legendaria ciudad minera de Potosí. Era muy respetado y considerado por propios y españoles. Destacó también el curaca don Ramón Copaja, quien participó activamente en la insurrección libertaria de 1811 comandada por Francisco Antonio de Zela.

El infortunio de la guerra del Pacífico también azotó a Tarata, permaneciendo cautiva hasta un día martes 1ro de septiembre de 1925. Tras una larga lucha y por disposición del Laudo Arbitral de Estados Unidos, Chile entregó al Perú los 632 kilómetros cuadrados de superficie tarateña retenidos indebidamente durante 42 penosos años. Tarata nuevamente era peruana y desde entonces sus hijos se esfuerzan por lograr su desarrollo. Luchan por mejorar la actividad agroindustrial y ganadera, por desarrollar un turismo responsable y sostenido, y porque su carretera esté conectada a la binacional. Su arquitectura religiosa de fines de la Colonia y República es impresionante. Sus lagunas, bofedales, ríos, cataratas, aguas termales y nevados junto a los mitos, cuentos y leyendas hacen de Tarata un destino turístico alternativo con muchas bondades.

Si bien es cierto la Tarata de hoy ha sufrido algunos cambios en sus patrones de vida, algo muy propio de la dinámica cultural, no podemos permitir que errados criterios de desarrollo le sigan mutilando el alma y su identidad. Pese a las transformaciones sufridas, Tarata aún mantiene la vieja concepción bipartita del mundo andino representada por las comunidades Lupaja y Yunga, herederas de una tierra mágica y mítica. Si desea reencontrarse con la naturaleza, la historia y la gente de un pueblo auténtico y soñador, no dude en visitar Tarata.