Alejandro Martorell, licenciado en Ciencia Política, escribe un artículo inspirado en las repentinas muertas provocadas por el coronavirus.
Alejandro Martorell, licenciado en Ciencia Política.
Un misterioso designio divino se ha llevado a uno de los míos. Siento haber sido cruelmente diseccionado: “me han extirpado el corazón”. Mi aspecto ha mutado, ya no puedo ser el mismo. Si algún pintor retratara mi rostro, quedaría paralizado al no encontrar perfectos trazos para retratar un perfecto rostro sufriente.
Recorre por mis venas un venenoso mensaje: “ha muerto un ser querido”. Mis abundantes e incesantes lágrimas son el reflejo de las terribles tormentas que se producen en mi interior. ¡Siento disolverme en ácidas lágrimas! ¿Cómo restaurar mis fuerzas, si el sufrimiento es tan íntimo que parece como clavado en el fondo del alma?
Ni Príamo ni Job, padecieron tanto. Una luz inextinguible que aún no se desprende de mí, me da destellos de lucidez, para afirmar: ¡He sido condenado al sufrimiento! Espero alguna vez, encontrar el consuelo que tanta falta me hace.