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S  I  M  P  L  E  M  E  N  T  E   E  D  W  A  R  D  S

Por: Gonzalo Moya Cuadra

“Pienso mucho en la muerte” (Jorge Edwards)

Difícil escribir sobre Jorge Edwards, escritor chileno fallecido (después de almorzar) hace pocos días en su departamento madrileño, (omito el día exacto y la hora, pues para la hacendosa muerte el tiempo no existe), a una edad donde la vida ya no es vida, a una edad que sólo se puede traducir como mera sobrevivencia. Mas, igual merece un reconocimiento a pesar de su controvertida actuación política desde que publicó “Persona Non Grata”, libro que le sepultó en el marasmo de lo ideológicamente extraviado. Edwards, inicialmente de “izquierda”, fue nombrado por el presidente Allende para ejercer la labor de Encargado de Negocios en La Habana, Cuba, pero tuvo la irreflexión de decir que el gobierno cubano era una dictadura ignominiosa y la insensatez de solidarizar con el poeta reaccionario Heberto Padilla, lo que le costó ser declarado persona no grata y ser expulsado de la isla. Edwards, como buen hijo de la burguesía chilena, no pudo ocultar lo que realmente era, un “pituco progresista” quien terminó militando en un partido de derecha, menos entender lo que significaba (significa) la construcción de un nuevo modelo de sociedad (cada pueblo es el arquitecto de su propio destino) o no quiso comprender el verdadero sentido de una sociedad distinta y superior a la sociedad capitalista (tan decadente y alienante) o que la única posición legítima en política es la del pueblo que siempre opta(rá) por la libertad. Edwards quiso ser de izquierda, pero no pudo, simplemente no pudo y se adscribió a las filas del liberalismo, tal como lo hizo Vargas Llosa, Roberto Ampuero (militante comunista en su juventud, Canciller y ex embajador de Piñera en Madrid), Carlos Franz y otros escritores de derecha (Borges excepcionalmente se puede considerar acaso como un ácrata). No se trata de criticar por criticar o de parecer intolerante. No. Solamente se trata de transparentar la significancia de la consecuencia política y la axiología democrática de un gobierno literalmente bloqueado hasta el día de hoy por la fuerza imperialista.

De todas maneras, su virtud innegable como prosista no se puede soslayar. “Fue un Montaigne chileno: un escritor de la memoria, un artista del retrato literario y un cronista excepcional de las ciudades que amó” (Fernando Iwasaki). Otro de sus libros fundamentales, “Adiós, poeta”, está referido a la vida de Pablo Neruda, entrañable amigo de Edwards, en el cual describe el elemento biográfico (virtudes y defectos) y anecdotario del vate. Sin embargo, hay otro libro, “Los círculos morados”, memorias, que muestra a un Edwards, de formación jesuita, como un hombre necesariamente honesto y lúcido, pues describe los perversos abusos sexuales que padeció a temprana edad en un colegio privado de Santiago de Chile, “el fantasma del abuso siempre vuelve”, hecho que indudablemente como víctima jamás olvidó y creo le obligó a pensar y recapacitar acerca del verdadero sentido de la religión católica, entendida ésta sólo como un factor cultural de la historia humana.

Colofón: Su muerte es otra muerte humana, su muerte es la muerte de su tiempo que simplemente terminó.